AMLO. Fraternidad de gente honesta (la suerte de los consentidos)
Como bien sabemos, el presidente López Obrador tiene dos categorías básicas para clasificar a los seres humanos: la de los ignominiosos, conformada por toda la gente que desprecia; y la de los honorables, donde figuran aquellas personas que le merecen todo su respeto.
Podemos hacer la distinción por la forma en que alude a unos y a otros: a los primeros suele referirse con un apodo, un denuesto, un calificativo hostil o de cualquier manera que anule al interfecto o interfecta: “El Borolas”, “los fifís conservadores aspiracionistas”, “cretinos”, “títeres”, “peleles” o “la esposa de...”.
Con los segundos es mucho más cuidadoso para escoger sus palabras: “El Licenciado Peña”, “El Señor Guzmán Loera”, “Mi amigo Evo”, “El Presidente Putin”.
Pero los lugares en una y otra lista no son inamovibles. Un personaje puede pasar de la nómina de los consentidos a la de los ingratos y viceversa de un día para otro, dependiendo de la lealtad que se le profese o de la posición de poder que guarde con respecto a nuestro timorato Mandatario.
Por ejemplo, los miembros de su gabinete que le han renunciado, pasaron de ser sus protegidos a recibir el frío trato que se le da a los desconocidos. Tenemos también al “Inge” Cuauhtémoc Cárdenas, quien en menos de 24 horas brincó de una lista a la otra y de regreso. Aunque más notable todavía fue el caso de Donald Trump, quien de adversario ideológico −al que le dedicó un mamotreto completo− pasó al club de los afectos de AMLO, sin que hasta el día de hoy le haya formulado un sólo reproche por las reiteradas ofensas que el gringo ha hecho sobre su persona, investidura y administración.
Que sea más considerado para hablar de un narco y mucho más ligero para acusar a gente que goza al menos del privilegio de la presunción de inocencia, no debería ya sorprenderme, no obstante, me siguen dejando boquipendejo las distinciones que hace con cierta gentuza nuestro Señor de los Aluxes.
Hace unos días, por tercera vez que yo recuerde (aunque podrían ser más), el Presidente llevó a su matinal discurso al infame docente del baile colmbiano, al hijo oprobioso de Coahuila, al hombre que responde los guamazos con demandas por afrentas a su honor, Humberto Moreira Valdés.
Como ya dije y comentamos en su momento, ya un par de veces el Presidente ha oreado el apestado nombre de Humberto Moreira en su conferencia matutina, aunque nunca para sacar a relucir todas las atroces irregularidades de su gestión como gobernador de Coahuila, la mayoría de las cuales quedaron exoneradas durante el sexenio de Felipe Calderón (lo que en teoría debería darle más gasolina al macuspano para enardecer sus diatribas en contra de aquel régimen).
Muy al contrario, el inquilino de Palacio Nacional ha validado sus opiniones con las declaraciones de Moreira Valdés, es decir, que no sólo comulga con sus razonamientos, sino que considera al saltillense como una voz autorizada.
Ello se ha repetido al menos en dos ocasiones. No hay para Humbertico señalamientos de enriquecimiento ilícito, amagos de exhibir sus finanzas públicamente, acusaciones, epítetos injuriosos, cuestionamientos a su calidad moral ni alusiones a su posible pertenencia al club de los enemigos de la Transformación.
Nos queda perfectamente claro pues que Humberto “the master of disaster” Moreira, pertenece a la Lista A, a la de los consentidos, a la de los chicos buenos de AMLO Santa Clos.
Pero en esta reciente ocasión, AMLO fue todavía más lejos, defendiendo de hecho al que también fuera líder nacional del PRI, ni más ni menos, luego de que Moreira Valdés figurase en las declaraciones de los testigos del juicio en contra de Genaro García Luna, siendo señalado como patrocinador de algunos de los sobornos millonarios que el exsecretario de Seguridad de Felipe Calderón hiciera a medios de comunicación.
En dicho juicio fue nombrada gente de la lista A y de la lista B de Tata AMLO. Cuando se mencionó a los adversarios de la 4T, era prueba suficiente de que son gente inescrupulosa, vinculada al crimen organizado y al narcotráfico. Cuando se nombró a alguno de los leales al lopezobradorismo, eran todas calumnias, meros infundios, puras patrañas y desesperados intentos por manchar la honorabilidad de éste nuevo régimen que le puso un alto a la corrupción y la “impunidat”.
Y sucedió que Humberto Moreira volvió a figurar en un proceso judicial relacionado con narcotráfico y delincuencia organizada en EU y esta vez, el viejito que tiene juicios expeditos para dar y repartir todos los días, le pide al pueblo bueno mesura, no anticipar dichos juicios, y descarta de hecho iniciar cualquier investigación que vincule a ambos personajes, Moreira Valdés y García Luna, cuando se supone que es vital para la 4T conocer todo lo pertinente a aquella nefasta gestión.
Nada: “No adelantemos juicios” y “no hay investigación en curso”.
Y me advierte un admirado y querido colega: “Es que si AMLO dijera que va a abrir una investigación sería un mentiroso. Las investigaciones las hacen los fiscales, ni los presidentes, ni los gobernadores. Es sólo que estamos acostumbrados al ‘populismo penal’”.
¡Desde luego que sí! ¿Crees que no lo sé? Es populismo penal y es precisamente lo que estoy echando en falta, no porque sea legal ni la manera correcta de proceder. Sino porque es toda la justicia que nos ha traído el macuspano desde el primer día de su gestión, la que reparte todos los días, con el dedo, desde su altar mañanero; ese desde el cual acusa, intimida, amenaza y amaga con “abrir una carpeta”, “iniciar una investigación”.
¡Es populismo penal y lo hace un día sí y al otro también! ¿Y dónde quedó ahora ese populismo penal de todos los días?
Muy curiosamente, a Humberto Moreira no le tocó este trato, sino el de los privilegiados. ¡Qué suerte! ¿No? El trato de quienes sí gozan de la presunción de inocencia y todas las deferencias del jefe del Estado mexicano.
¿Será mera suerte? Quizás hablé a la ligera.
La “suerte” ha acompañado a Moreira a raíz del boquete que dejó en las finanzas estatales, en una época en la que las arcas de diversas entidades de todo el país se desvanecieron al tiempo que la campaña presidencial más costosa de la historia, la de EPN, iba tomando forma. Eso definió quiénes serían los protegidos del Príncipe de Atlacomulco.
Por otro lado, no hay que olvidar que el señor López es muy condescendiente y generoso con quienes han hecho “aportaciones al movimiento”. Esa gente constituye su fraternidad y AMLO la defiende contra lo que sea; son personas dignas de todo su respeto, a las que independientemente de su fama delincuencial, da trato de “licenciado”, de “señor” y beneficia siempre con la gracia de la presunta inocencia.
¿Usted cree en las coincidencias? Yo sé que no y yo tampoco... yo tampoco.
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