Con maestros mal pagados, ¿cómo puede ofrecerse buena educación?
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Para exigir resultados de calidad en materia educativa resulta indispensable ofrecer salarios y prestaciones dignas a quienes se dedican a la enseñanza. Por desgracia, los profesores mexicanos -en su mayoría- no los tienen
De acuerdo con el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO), las trabajadoras y trabajadores del sector educativo mexicano se encuentran entre las personas asalariadas peor pagadas del país. El dato, por sí solo, nos da una idea del problema que padecemos en materia de educación.
Y es que si quienes tienen a su cargo el proceso de formación de nuestros niños y jóvenes no perciben un salario remunerador, es decir, uno con el cual puedan cubrir sus necesidades de forma satisfactoria, difícilmente podemos demandar que nos ofrezcan un resultado de alta calidad.
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El dato es aún más revelador cuando se tiene en cuenta que la educación es el rubro al cual se destina la mayor cantidad de recursos en el presupuesto de egresos de la Federación y de cualquier entidad de la República. ¿Cómo es entonces que, a pesar de eso, seguimos teniendo profesores mal pagados?
La respuesta es simple y retrata de cuerpo entero la peor cara del sindicalismo y la burocracia educativa del país: porque no existe una política para que cada profesor cuente con una plaza que sea definida a partir de criterios estandarizados en términos de horas y de salario.
Para decirlo con mayor claridad: conceptos tan comunes a casi cualquier otra actividad laboral, como “plaza de tiempo completo”, “plaza de medio tiempo”, o “plaza eventual” son desconocidos en el caso de la nómina magisterial.
Y esto es así porque la autoridad educativa ha permitido largamente que el sindicato magisterial “trafique” con el empleo. Así, en lugar de que un profesionista de la educación sea contratado, desde el primer día, con una plaza de tiempo completo o de medio tiempo, se le obliga a “concursar” por un puñado de horas a las que, con suerte, podrá irle añadiendo otras a lo largo de su carrera.
Con suerte también, esas horas se le asignarán en el mismo plantel, o en el mismo nivel educativo, o en la misma área del conocimiento en la que, se esperaría, esté especializado. Por desgracia, no es la suerte lo que define tales decisiones y por ello hemos terminado con un sistema contrahecho que precariza, en lugar de dignificar, el oficio magisterial.
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Debido a eso, en Coahuila tenemos profesores de nivel primaria que ganan entre 7 y 8 mil pesos mensuales en sus primeros años laborales y que, ante la necesidad de un mayor ingreso, se ven obligados a emplearse -o subemplearse- en otras actividades a la espera de que “la fortuna les sonría” y puedan agregar horas a su contrato inicial.
Mientras tanto, una “burocracia dorada”, a la cual sí se le otorga un salario digno y prestaciones de lujo, consume una porción relevante del presupuesto que se destina al rubro sin que ello se refleje, en lo más mínimo, en la calidad de nuestro sistema educativo.
Por ello, cualquier intento por mejorar nuestros indicadores en el área tienen que ver con desmontar los vicios largamente cultivados por la dirigencia sindical y la burocracia educativa. De otra forma, será imposible.
Encuesta Vanguardia
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