Cuatro años de 4T, ¿con el músculo intacto?
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Nadie podía dudar, de los días previos a ayer domingo, que la manifestación a la cual convocó el presidente Andrés Manuel López Obrador para celebrar el cuarto aniversario de su llegada al Gobierno de la República iba a ser una de carácter monumental. Tal como fue.
El Presidente demostró ayer, una vez más, que sigue siendo el fenómeno político más importante del último medio siglo en México. También, que su partido sigue siendo capaz de movilizar a cientos de miles de personas pese a sufrir el desgaste natural que padece cualquier gobierno en el mundo.
Y es algo normal para un país como el nuestro en el que los políticos, de todos los signos ideológicos, se esforzaron largamente por ganarse el desprecio de los ciudadanos actuando de espaldas al interés colectivo y utilizando el poder para beneficiarse de manera personal generando fortunas privadas a partir del uso ilegal del presupuesto público.
En el océano de inconformidad provocado por los políticos tradicionales, López Obrador constituye, a pesar de todo, una esperanza para millones de personas que le siguen creyendo y que compran su discurso polarizador, porque todavía hoy parece diferente a sus colegas.
Es cierto que la marcha de este domingo puede ser calificada como un exceso en el ejercicio del poder presidencial, o un desplante innecesario para quien mantiene una altísima popularidad pese a todas las críticas que cotidianamente se enderezan en contra de su administración.
También es cierto que la marcha fue de la magnitud que vimos porque la convocó y la encabezó él. Difícilmente alguien más –dentro de su propio partido– puede o podrá en el futuro hacer algo similar. Y esa es, a final de cuentas, la gran debilidad del partido que creó López Obrador.
Mucho se dirá en los próximos días y semanas a propósito de la marcha. Se analizarán los detalles anecdóticos del evento, pero seguramente se dejarán de lado los aspectos profundos que llevaron a cientos de miles de personas –muchas, muchísimas de ellas por sus propios medios– a salir a la calle y mostrar su respaldo a quien consideran mucho más que un servidor público.
Entre los aspectos que deben analizarse está justamente el mismo que llevó al poder a López Obrador: el hartazgo de la población con la clase política tradicional del país, un hartazgo provocado por los excesos cometidos en el ejercicio del poder público, pero también en la forma de conquistarlo.
La crítica que se endereza en contra de este gobierno tiene mucho de razón cuando su desempeño se analiza desde la trinchera técnica y con fundamento en los datos duros. Pero la manifestación de este domingo demostró que una parte importante de la población prefiere la actitud mundana de este gobernante a las florituras tecnocráticas de los expertos que articulan buenos discursos pero trasmutan fácilmente en depredadores.
No es una buena idea rendirse ante esta posición, desde luego, pero sí resulta evidente la necesidad de hacer un esfuerzo por leer, de manera menos animosa, la razón por la cual un gobierno que aparece reprobado en casi cualquier rubro, sigue gozando del multitudinario respaldo de la ciudadanía.