El debate de la estructura familiar y la multiplicidad de géneros
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Hablar sobre la familia en la actualidad no es fácil. La simple enunciación del tema presagia polémica y debate. La familia tradicional sobrevive a la disputa y sigue siendo el núcleo social por excelencia, pese al desprecio de los jóvenes que prefieren, incluso, no tener hijos y no contraer matrimonio.
A las dos posiciones opuestas tradicionales de defensa y rechazo de la estructura familiar, en la primera década de este siglo se agregó una nueva corriente que defiende la familia alternativa. Adoptada por los conservadores, la primera de las dos posturas tradicionales defiende a ultranza el modelo familiar concebido en torno a la autoridad paterna como base y sostén de la familia; la segunda es la corriente liberal que desde las últimas décadas del siglo pasado degrada, impugna y rechaza a la familia, declarándola funesta para la libertad y el deseo sexual.
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A estas dos posturas se enfrentó la tercera, con la idea de que la familia debe sobrevivir, pero transformada en formas de vida y convivencia diferentes, y propone un nuevo molde de familia basándose en la igualdad de derechos en materia de prácticas sexuales: las familias alternativas, las familias reconstituidas, las familias diferentes, no sólo para homosexuales, también para las mujeres que quieren tener hijos de otra manera. Es decir, que aquellos que desdeñaron a la familia, la ven como un espacio a conquistar.
En cuanto al matrimonio, un tema ligado sensiblemente a la familia, sucede algo extraño. Ante el debate de la igualdad de derechos para todos, los sistemas judiciales de algunos países, y en México los de algunos estados como Coahuila, han legalizado la unión de dos personas del mismo sexo mediante el pacto civil de solidaridad. Mientras esta minoría sexual busca consolidar su relación en una especie de matrimonio civil, muchos de los que no estaban excluidos legalmente de la posibilidad de casarse, ya no quieren hacerlo, aunque sí quieren una familia.
Normalmente las distintas sociedades basan la identidad de sus individuos en el binarismo de género: hombre o mujer, y la mayoría hace uso de ese sistema binario en sus leyes, normas sociales y educación. Así Coahuila, su ley de identidad es binaria, pero en días pasados, el Registro Civil emitió la primera acta con las dos palabras “No Binario” en el casillero de género. El acta se le entregó a Ociel Baena Saucedo, coahuilense, magistrado del Tribunal Electoral de Aguascalientes, quien se hace llamar “magistrade”.
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La famosa psicoanalista francesa Élisabeth Roudinesco, repasa el tema en su libro “La Familia en Desorden”. A través de sus páginas analiza el temor de que el acceso a la igualdad de derechos en materia de prácticas sexuales tendría como consecuencia la disolución de la familia; reflexiona sobre la concepción del Dios Padre y la autoridad paterna, sobre la irrupción de lo femenino en el mundo masculino, la degradación de la figura paterna, la diferencia sexual, la homosexualidad y la crisis del principio de la autoridad y el “logos separador” como fundamentos de la familia. Afirma que la destrucción de la familia es la miseria.
Defensora de la despenalización de la homosexualidad en Occidente, Roudinesco hace una extensa indagación de las transformaciones sufridas por la estructura familiar a lo largo de la historia, y explica las razones por las que las minorías sexuales han vuelto a aceptarla como un espacio positivo después de que las discusiones de los años sesenta y setenta la hicieran tambalearse. La psicoanalista reivindica a la familia “como el único valor seguro al cual nadie quiere ni debe renunciar”. Misma reivindicación hacen el pacto civil de solidaridad y el reconocimiento de un tercer género de identidad.
En la actualidad, las mujeres jóvenes carentes de principios y valores familiares por su origen social, pero empoderadas por el dinero, se rebelan contra la estructura familiar tradicional, “el único valor seguro” que defiende Roudinesco. La familia no está fuera del debate. No lo estará nunca.
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