El ‘Plan B’ de AMLO debe ser combatido sin pausa ni tregua
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La SCJN tiene en sus manos el futuro de nuestra joven democracia. O ataja el insultante ‘Plan B’ del Cinicazo de Macuspana, o habremos de retroceder décadas en el proceso de construcción de una comunidad de iguales
El propósito no es convencer al autócrata de Palacio: cualquier debate con él está perdido de antemano porque los dictadorzuelos no tienen vocación por el diálogo y no intentan convencer a nadie. Lo suyo es la imposición de las ideas propias a cualquier costo; la aniquilación de los enemigos -nunca adversarios- sin contemplaciones; el uso -y abuso- de la fuerza para aplastar a la disidencia.
Tampoco se trata de convencer a sus apóstoles y discípulos avanzados. Unos porque comparten la oceánica ignorancia de nuestro Rey Julien del Manglar y los otros porque comparten su cinismo interesado (y no hay de otro tipo de personas entre la chairiza), renunciaron a su capacidad de raciocinio y se han convertido en megáfonos a través de los cuales sólo puede escucharse la vomitiva repetición de las sandeces presidenciales.
Se trata de unir a las personas moderadas, a quienes tienen conciencia de su naturaleza de seres pensantes y, por tanto, no precisan de intérpretes para juzgar la realidad. Se trata de solidificar a la mayoría -porque los moderados somos mayoría- en torno a la defensa de la democracia, una lucha respecto de la cual no puede haber fisuras.
No es una lucha a favor -ni en contra, por cierto- de un partido político, o de un grupo de políticos, como el Palurdo de Macuspana vocifera todos los días desde el púlpito de la misa tempranera. Es una posición a favor de ideas por las cuales hipócritamente dijo haber luchado largamente quien hoy se sienta en la Silla del Águila: las ideas sobre las cuales se construye una comunidad de iguales, para ponerlo en palabras de Owen Fiss.
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Combatir el denominado “Plan B” de López Obrador constituye un compromiso con los valores mínimos de la democracia electoral, esa por cuyo arribo tantos lucharon durante tanto tiempo. Esa de la cual surgieron las instituciones gracias a las cuales López Obrador logró materializar su sueño de ambicioso vulgar: ser llamado “señor presidente”.
Oponerse a la instrumentación de las reformas votadas -sin leerlas ni discutirlas- por los esbirros del titular del Poder Ejecutivo es un mínimo acto de honestidad intelectual con la historia reciente del país. Es la mínima retribución a la memoria de quienes dejaron, en la lucha por conquistar la normalidad democrática, el sudor, la sangre y el pellejo.
Decirle no al cinicazo de Macuspana es el recordatorio elemental del primer acto de lucidez asumido por quienes conquistaron la independencia para nuestro país: aspirar a la libertad implicaba alejarse por completo de la idea monárquica de autoridad y eso debía traducirse en la creación de un esquema en el cual el poder estuviera dividido.
Nunca más el poder concentrado en una sola persona. A partir de esa idea se ha construido el modelo de democracia representativa vigente, contra el cual ha enderezado baterías el tiranuelo tabasqueño. Los liberales de hoy, como los de ayer, estamos obligados a resistir y repeler los embates de la nomenklatura neo monárquica.
La lucha no pasa por idealizar la inmadura democracia actual. El modelo se encuentra lejos de ser perfecto o siquiera satisfactorio, y las instituciones sobre las cuales descansa de manera fundamental -el INE, el TEPJF, el INAI, el SNA- pueden -y deben- mejorar los resultados ofrecidos cotidianamente a la comunidad.
Por eso no se defiende a individuos o a sus privilegios; mucho menos se pronuncia uno a favor de los excesos cuando se alinea en el contingente de quienes demandan a la Suprema Corte de Justicia de la Nación hacer valer la separación de poderes e imponer el respeto a la Constitución. Se defiende un ideal en cuyo núcleo se encuentra la defensa de la pluralidad y el rechazo a las pulsiones autoritarias y la concertación del poder.
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No se combate al presidente (con minúscula) sino a las intenciones aviesas de quien hoy encarna la institución. No se planta uno en contra de un individuo, pues esa lucha la resolverá -en éste y en todo los casos- la biología. Estamos plantados en la lucha por no retroceder, por mantener los pocos pero relevantes avances logrados a base de mucho esfuerzo y para ello contamos con la Suprema Corte de Justicia.
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx
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