Historia de Juana
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Esta muchacha se llama Juana. Su nombre es sumamente raro: igual podía llamarse Imógenes o Wilhelmina. Ya ninguna muchacha se llama Juana; de la última que se guarda memoria es de la Loca, y más recientemente de Juana Gallo, y paren de contar. Joannas sí hay, pero Juanas, ni una.
Antes había muchas Juanas. Claro, les decíamos Juanita, para disimular, pero Juanas nunca faltaban, a Dios gracias. También abundaban las Marías. No María de la Luz, o María de Lourdes; no. María, a secas. Ya comenzaba a aparecer, sin embargo, una cierta nota de desdén para esos nombres tan claros y cristianos.
-¿Cómo te llamas?
-María.
-¡Ah! Tienes nombre de galleta.
Ahora a las indígenas que venden cosas en la Ciudad de México se les nombra “marías”, igual que antes a los soldados se les decía “juanes”. Eso tiene un acento despectivo. No cabe duda: hay nombres de poca suerte. Pero eso cualquier nombre, por ejemplo Maximiliano.
Esta muchacha se llama Juana porque es indígena, de raza náhuatl. Vive en un pequeño pueblo del Estado de México: Xocotepec. El pueblo no importa mucho, pero Juana sí, por lo que le sucedió.
A Juana la pretendían dos muchachos: Antonio y Pedro. Ella les sonreía a los dos. Antonio se fue a buscar trabajo al otro lado, y Pedro aprovechó su ausencia. Hizo un collar de flores, de esas que llaman “maravillas”, y esperó a Juana a la salida de la misa. Cuando ella salió Pedro le ofreció el collar. Lo aceptó Juana, y se lo puso ante la mirada envidiosa de sus amigas. Luego, como demostración de que correspondía al amor que le manifestaba Pedro, le entregó el pañuelito bordado que llevaba. Eso -lo del collar de flores y el pañuelo- representa en Xocotepec noviazgo serio y compromiso formal de matrimonio.
Mas sucedió que al año volvió Antonio. Sin saber lo de Pedro, al día siguiente de su llegada hizo un collar de maravillas y se lo presentó a Juana a la salida de la iglesia. Ella advirtió la mirada de envidia -ahora más- de sus amigas y lo aceptó, coqueta, y le entregó otro pañuelito a Antonio. Al hacerlo se convirtió en eso que llaman en Xocotepec “mancornadora”. Mancornar significa amarrar a dos bueyes por los cuernos para que vayan juntos.
¿Cuántos habitantes tiene Xocotepec? Tiene dos mil. El mismo día Pedro supo lo de Antonio y Antonio supo lo de Pedro. Se pusieron los dos de acuerdo. Uno de ellos citó a Juana. Ambos acudieron al encuentro con ella e hicieron lo que hacen allá los hombres con las mancornadoras: primero agarraron a Juana a cachetadas; luego le levantaron las enaguas, le bajaron los calzones y la sentaron en una penca de nopal. Después se fueron los dos, abrazados y riendo como buenos amigos a emborracharse en la cantina del lugar.
No faltó quién viera lo sucedido. A la mañana siguiente lo supo todo el pueblo. Desde ese día, cuando iba Juana por la calle las mujeres se pasaban a la otra acera para no saludarla, y los hombres le escupían a los pies. Un muchachillo le tiró una piedra que le dio en la cabeza, y todos los vecinos rieron. Esa noche Juana se suicidó tomando raticida.
A mí me apena el caso. Tan pocas Juanas que hay, y se suicidan. Pero así es Xocotepec. Y Xocotepec, para el caso, es todo México, sobre todo el que trata a las mujeres como aquellos dos machos mexicanos –y como todo el pueblo- trataron a la pobre Juana.