La danza de los millones: asignación de los presupuestos
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De acuerdo con los informes sobre la situación económica, las finanzas públicas y la deuda pública, elaborados por la Secretaría de Hacienda, el Gobierno Federal ya acabó con los recursos de los llamados “Fondos de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP), un fideicomiso establecido para compensar, en su caso, las posibles disminuciones en la recaudación y que al inicio de este gobierno en 2018 tenía un fondo de casi 280 mil millones de pesos y antes de finalizar el 2022 registró poco más de 25 mil. Aunque dichos fondos son para compensar caídas económicas derivadas de situaciones como la pandemia, por ejemplo, la administración federal ya había gastado más de 100 mil millones en 2019, antes de llegar el COVID-19 a México. En el mismo caso se encuentra el Fondo de Estabilización de los Ingresos de las Entidades Federativas (FEIEF): en 2018 ascendía a casi 89 mil millones y antes de finalizar 2022 su saldo fue de 21 mil millones de pesos. La asignación de presupuestos a las entidades federativas y los municipios es siempre un dolor de cabeza. Los estados han venido sufriendo recortes constantes a sus presupuestos y la inmisericorde poda ha afectado de manera insospechada principalmente los servicios en la salud y la educación de los mexicanos, dos capítulos por demás sensibles.
Buscando información sobre la repartición del pastel que siempre pone de cabeza al Gobierno, a los partidos políticos y a los diputados, encontré un volumen que contiene una colección de textos seriados que, si bien, fueron escritos hace dos siglos, parecen surgidos de la pluma de un valiente periodista contemporáneo, con la única salvedad de su estilo retórico, a veces de difícil lectura. Su autor es Francisco Ibar, famoso pintor y escritor político de fines del siglo 18 y principios del 19, quien vivió tanto el régimen colonial como las luchas de emancipación y las posteriores a la independencia motivadas por la ambición del poder entre los individuos y las diversas facciones de una nación ya libre de las ataduras de la Corona española, pero paralizada por sus luchas intestinas, y tituló su colección: “Muerte política de la República Mexicana o Cuadro Histórico-crítico de los sucesos acaecidos en la República, desde el 4 de diciembre de 1828 hasta el 25 de agosto de 1829”, que publicó en forma seriada en 37 números en el año de 1829, hoy catalogada de “rarísima” por los libreros de viejo.
El fragmento que transcribo es un fiel testimonio de que los argumentos que se esgrimen hoy en día en México para la redistribución de los presupuestos siguen siendo los mismos de hace 200 años. Afirma Ibar: “Estampar, como lo han hecho los editores de El Correo en el Núm. 342, que ‘un proyecto de economía que tuviese por base la reducción de todos los sueldos a la mitad de lo que son en el día, sería el mejor arbitrio para destruir la tranquilidad y arruinar a un mismo tiempo la nación y los individuos’, es descifrarnos el enigma del patriotismo que se nos decanta a cada momento, y declarar que los sacrificios sólo los ha de hacer el pueblo y ninguno de los que están llenando la barriga a costa de su estupidez. ‘No hay gobierno sin contribuciones’, nos dicen, y es una verdad, de bonita duda nos sacan; pero las mayores contribuciones deben recaer... sobre esos que arrastran coches magníficos a costa de la nación... que gastan un lujo que injuria a la indigencia del infeliz artesano. Ellos, ellos son los que deben sufrir las contribuciones directas... Los locos de los editores son los que no saben ni lo que escriben, por eso han dicho en el citado número que ¿en dónde ha visto este loco que se exigiera a nadie un 10 por ciento de sus capitales?... una iniciativa del nuevo ministro, cuya proposición está concebida en estos términos: ‘Se impone el derecho de impuestos sobre las tiendas, cajones y almacenes. Las primeras, si pasan de 500 pesos pagarán 50, etc.’... Al público le toca ahora juzgar quién está más loco”.
En México, país bizarro por excelencia, la discusión sobre los impuestos y la forma de repartirlos y gastarlos es un debate que se inició con la Independencia, y aún no termina.