La guerra por el interior del país
Durante años el crimen organizado se ha disputado las fronteras, por ello los epicentros de la lucha del narco fueron Ciudad Juárez, Tijuana, Reynosa o Laredo; luego vino la lucha por las zonas productoras como Sinaloa, Durango, Michoacán o Guerrero; también se hado por el control de los grandes puntos de venta o lugares de lavado de activos como Ciudad de México, Guadalajara o Monterrey, en todos estos puntos el valor disputado es evidente, pero hoy la lucha se da en lugares que antes parecían no tener valor estratégico.
Por ejemplo, Zacatecas es un polvorín, un estado en franca disputa entre al menos tres organizaciones criminales, sin embargo, en Zacatecas no hay fronteras, ni es una zona de alta producción, tampoco hay puertos, ni ciudades de gran tamaño, no tiene una economía que permita lavar grandes cantidades de dinero y si bien está en la ruta de otras ciudades, suena descabellada la lucha tan violenta que se está dando por un espacio que no ofrece ventajas competitivas trascendentales.
Pero como el caso de Zacatecas hay muchos, zonas de Nayarit, Oaxaca, San Luis Potosí, Aguascalientes, Guanajuato, Hidalgo o Tlaxcala, que tienen un bajo valor estratégico, hoy son escenarios de guerras del narco y experimentan lo que años atrás se vivió en las fronteras.
Ello nos lleva a plantear una hipótesis, de que las luchas por el territorio ya no están aparejadas a mercados ilegales, sino a un proceso de colisión entre organizaciones que crecen en sus territorios y se encuentran con la presencia de otras, o dicho lo anterior de manera más sencilla, es producto de una lucha por agregar más territorio al control de las organizaciones, aunque ello no se traduzca necesariamente en más ingresos.
Es decir, que se trata de una guerra expansionista en donde lo que les importa es abarcar más, aun cuando la conquista de nuevos territorios le cueste a la organización y genere escaladas de violencia en donde antes se respiraba seguridad. Se trata de un escenario en donde nadie gana, ni la propia organización criminal.
También representa un gran fracaso para las autoridades federales, estatales y municipales, las actuales y las pasadas, por lo que en realidad ninguna fuerza política se salva, porque como país no pudimos evitar que hoy prácticamente todos los rincones de México, salvo contadísimas excepciones, viven situaciones de violencia de forma cotidiana.
No es normal que las personas de la mayor parte del país vivan con miedo, que regiones que antes eran pacíficas, hoy sean los epicentros de la lucha entre narcotraficantes, que cada vez descubramos más casos de colusión de gobernantes y agentes del orden con las propias organizaciones criminales.
La estrategia de combate al crimen organizado no está funcionando y debe de cambiar, porque de lo contrario la expansión de la violencia del país seguirá profundizándose, dañando a generaciones enteras y afectando el desarrollo de México.
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