La reorganización económica del mundo
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El mundo hoy ya no funciona económicamente igual que en 2020, año que lo recordaremos por el inicio de la pandemia. Este mes hace dos años comenzó la peor pesadilla del mundo contemporáneo. Fue en marzo de 2020 que fuimos “encerrados” para poder lidiar con el bicho que venía causando ya estragos en el mundo. A partir de este momento, ya nada fue igual y ya nada será igual. Desde las relaciones personales hasta las relaciones económicas, tenemos ahora nuevas reglas para gran parte de lo que hacemos y de las negociaciones. Se vive por parte de la mayoría de la población, con un miedo al contagio de la COVID-19 y no se ha recuperado la “normalidad total” como se refiere ahora un sector de la población a su forma de vida prepandemia.
A todo lo anterior, hay que agregar la “operación militar” en Ucrania, como llama el presidente ruso Vladimir Putin a la invasión de su vecino. Este conflicto ya escaló a niveles regionales, pues países circundantes están hoy involucrados, o atendiendo desplazados de guerra (2.5 millones de personas y contando) o directamente planeando defenderse de una posible invasión por las amenazas vertidas por Putin hace una semana hacia ellos. Entre una enfermedad a nivel mundial y una situación de guerra (para no fallar en la definición) a la misma escala, el mundo se ha transformado. Aquí sólo mencionaré algunas razones.
La primera razón es que el mundo ha empezado su proceso de “desglobalización”. La idea de un solo mundo integrado económica y culturalmente, surgido a partir de la caída del bloque comunista en 1989, hoy ya desapareció claramente. El intento de creación de bloques opositores a Estados Unidos y Europa es una realidad. China, Rusia e India están negociando la creación de un acuerdo comercial de proporciones impensables, que además, han incluido en las negociaciones aspectos de protección de sus fronteras contra terceros, en pocas palabras, podrían hacer un frente común en caso de una guerra. Sin embargo, como mercado, representarían exactamente un tercio de la población mundial. Por el mismo rumbo van los países latinoamericanos que quieren distanciarse de las políticas económicas de Estados Unidos. México, Brasil y Argentina, las tres economías más grandes de la parte latina del continente, han anunciado la posibilidad de una unión comercial, que podría incluir hasta el libre tránsito de personas. Aunque aún se encuentra en fase de discurso, el solo anuncio ha generado preocupación para los norteamericanos y canadienses.
Durante los últimos dos años, el mundo ha visto el resurgimiento de las autocracias (el gobierno de una sola persona, sin someterse a procesos democráticos) y hasta de las dictaduras disfrazadas. Lo peor del caso es que las verdaderas democracias mantienen relaciones comerciales con estos países. De acuerdo al semanario “The Economist”, del Reino Unido, antes de la caída del muro de Berlín, sólo el 3 por ciento del comercio mundial estaba integrado por países no democráticos, y ahora esa cifra sobrepasa el 30 por ciento. Por eso, ahora con la invasión a Ucrania, ha quedado de manifiesto que Rusia nunca fue una verdadera democracia desde que llegó Vladimir Putin al poder, y lo peor es que esto ha servido como ejemplo a otros países que saben que no perderán privilegios económicos si se aferran al poder. Aunque lo importante no es lo político, sino lo económico para esta columna, está claro que mientras existan posibilidades de negocio, los países desarrollados no intervendrán para generar bienestar en los países en vías de desarrollo o para evitar el resurgimiento de gobiernos abusivos. En este punto, el mundo ya no buscará mayor integración económica, sino mayor margen de utilidad en países seleccionados.
También hemos aprendido, con la crisis de semiconductores, que la concentración productiva no es una buena idea, a pesar de que la reducción de costos sea muy alta. Estos componentes son producidos en la actualidad, pero no por mucho tiempo, por sólo seis grandes empresas en todo el mundo, y para colmo hace algunos meses una de esas plantas se incendió, reduciendo aún más la producción y haciendo más astringente la situación actual de la demanda. La concentración productiva reduce costos, pero genera vulnerabilidad, y ahora que el mundo ha entrado en una etapa de inestabilidad política y económica, la necesidad más clara es tener “en casa” los componentes claves para los sistemas productivos. Habrá que decir adiós a los sistemas de producción justo a tiempo en varias industrias, el outsourcing internacional también está bajo acecho. Ucrania se estaba empezando a consolidar como un centro de desarrollo de software para varios países de Europa y hasta de Estados Unidos, y con la invasión sufrida, la pérdida de proyectos rebasa más del 30 por ciento de su Producto Interno Bruto, sólo en ese sector en las primeras dos semanas del conflicto. Conforme el problema siga, mayor será la pérdida y menos las posibilidades de una recuperación. El sector del acero también ha sufrido enormidades, ya que Ucrania era parte de una cadena de abastecimiento para China.
Rusia ya anunció que hará una red equivalente al internet sólo para sus habitantes, con la finalidad de no ser vulnerable a los hackers internacionales y salvaguardar su información sensible. Si esto se vuelve un ejemplo para cada bloque comercial, ¿hasta donde empezará a segmentarse el mundo?, ¿un internet por bloque comercial o ideológico? Será oro molido para los dictadores y autócratas que no tendrán una población sujeta a otras realidades internacionales.
Otro cambio es que sigue sin haber un regreso a la forma de vida de años anteriores (no quiero decir normalidad), hay miedo al contagio, aunque cada vez menos a la posibilidad de morir. Las cifras muestran un marcado descenso en los contagios y en las muertes por el bicho, pero para una parte de la población, sigue habiendo “mucho riesgo”. Los negocios de entregas de alimentos a domicilio, de productos puestos en nuestros hogares, están teniendo un auge importante. Ya sabemos que en México también se quedará en casa al menos el 20 por ciento de los trabajadores, con cambios importantes en los patrones de consumo derivado de este hecho, pues ya no importará si viven cerca o no del trabajo, lo que cambiará dramáticamente el mercado de vivienda, de transporte, y desde luego, la forma en que se organizan las ciudades. Quitando a los países pobres del mundo, el 70 por ciento de la población habrá visto al menos un cambio en lo que compra o en la forma en que vivía cotidianamente antes de la pandemia. La demanda por algodón se ha triplicado desde la pandemia, y no para hacer ropa. En época de guerra este producto siempre dispara su demanda, lástima que México ya no sea un productor algodonero como en el siglo pasado, nos estaríamos haciendo ricos. La reorganización económica está en marcha. Seguiré hablando del tema, eso es seguro.