La violencia mediática contra las mujeres públicas
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En México, la violencia mediática contra las mujeres es una expresión más de violencia de género. El ataque sistemático de la calumnia que en ciertos medios se da contra las mujeres públicas denota el nivel de odio que en la cultura machista se tienen contra el sexo femenino. Es la nueva realidad de las mujeres que hoy asumen el espacio público de la toma de las decisiones.
En realidad, la crítica a la mujer pública es una situación diferente a la de los hombres. Si uno revisa, por ejemplo, las campañas políticas en contra de las mujeres me parece que el tipo de propaganda negra es muy bajo. Cuando llegan a ejercer el poder, igualmente, el escrutinio de su vida pública parte siempre de prejuicios: está allí porque un hombre la puso, porque es su querida, porque se acuesta con alguien, etcétera.
Los méritos de las mujeres son desvalorados. No importa si son brillantes, si tienen trayectoria personal, si merecen el cargo por su gran capacidad. La referencia discriminatoria es la misma: la mujer está allí por un hombre.
Las mujeres públicas deben de entender que, al igual que los hombres, asumen un margen de mayor escrutinio de su vida personal que deben tolerar por los fines de la sociedad democrática. Pero cuando uno revisa el tono, la forma y los tiempos de las críticas en contra de ellas, me parece que se desencadena una fotografía misógina: se ataca a la mujer, por considerarla débil y vulnerable.
El viernes pasado, la doctora Irene Spigno que dirige la Academia IDH me enseñaba una serie de ataques sistemáticos que de manera calumniosa un medio digital le ha venido señalando por lo que ellos consideran una violación a la ley de transparencia. Me decía –entre broma y en serio– que cada vez que yo asumo posiciones críticas en mi función judicial, con ella se desquitan con el mismo discurso falaz con el que siempre me cuestionaron a mí cuando fui director. No es nueva la historia. Es la misma. Sólo cambian los personajes. Pero ahora veo más odio, más envidia y más calumnia.
Para entender el odio que hay detrás de estos ataques hay que conceptualizarlo. Es lógico, en nuestro contexto local, que una institución como la Academia IDH que ha acreditado en un período relativamente muy corto su excelencia académica y utilidad social, moleste a muchos. La envidia es fuerte en el pueblo chico, infierno grande, dicen el refrán popular.
Los datos son claros. No hay en el contexto local, incluso nacional, un centro que haya acreditado la producción científica que hoy tienen las colecciones editoriales AIDH. No hay centro en el País que cuente con el mejor programa especializado de educación de derechos humanos: siete especialidades, dos maestrías y un doctorado. No hay institución académica que se haya involucrado en serio y de manera efectiva en la defensa de las víctimas. No hay instituto, finalmente, que influya de manera positiva para diseñar e implementar una política pública que coloque a las instituciones locales como las mejores prácticas nacionales e internacionales.
Estos logros no los digo yo. Lo han dicho diversos organismos de Naciones Unidas, activistas y expertos internacionales. Si la Academia IDH es un gran patrimonio universitario, la pregunta sería: ¿por qué entonces existe más calumnias en contra de su titular? Yo recordaba que a mí, por ejemplo, se me acuso que me había robado más de 160 millones de pesos del edificio, que mi sueldo era un abuso, que malgastaba el dinero, etcétera. Son acusaciones falsas. Pero luego suelen ser portadas de medios. ¿Por qué? Hay siempre intereses oscuros que quieren perjudicar a los que avanzan. Es entendible el odio y la envidia.
Como personaje público, sin embargo, debes probar la falsedad del calumniador como lo hace la directora general. Luego el calumniador se enoja. Vuelve a lanzarte nuevas calumnias cuando le da más coraje que te vaya bien. Es otra vez normal. No pueden vivir en paz. El éxito de uno es la rabia de ellos.
Entonces la misma calumnia la repiten para tratar de que pase por verdad. Es obvio que los calumniadores seguirán. Pero aquí la crítica es diferente: creen que porque Irene es mujer, extranjera y brillante merece más desprestigio, más calumnia, más difamación, más odio.
El escrutinio público es bueno porque eso te hace siempre ser mejor. Los que queremos a la academia estamos muy orgullosos de tener como líder a una gran mujer que dejo su país para consolidar a una de las instituciones universitarias que hoy es de las más importantes y relevantes en América, la AIDH.