Los diluvios del mundo
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Desde hace unos años imparto en la universidad una materia que se llama Literatura Clásica. En ella estudiamos las expresiones literarias de Mesopotamia, Egipto, India, China y Japón. Los griegos y los latinos tienen su propia asignatura, igual que las literaturas precolombinas. En lo personal me emocionan las historias de los primeros libros del mundo en Sumeria (he escrito de esto una y otra vez y lo seguiré haciendo) y, particularmente, “El poema de Gilgamesh”, la epopeya más antigua conocida. Siempre comienzo el curso con una pregunta: ¿De qué creen que trata la obra literaria más antigua de la humanidad? Las ideas y los rostros desconcertados aparecen al mismo tiempo hasta que llegamos a este poema lejano: La angustia por la muerte. Entre todas las cosas que nos pueden sorprender de estar frente a frente con Gilgamesh destaca la presencia del mito del diluvio universal. Este relato surge de muchas formas en diversas culturas. Es probable que ya existiera mucho antes de la escritura, por lo que esclarecer su origen con exactitud es una tarea casi imposible. A pesar de ello, en el camino he leído algunas explicaciones y uno que otro dato curioso.
La semana pasada conseguí en una librería de viejo el primer tomo de la serie “El mundo antiguo” coordinada por José Luis Martínez. Una joya a cincuenta pesos. El libro incluye Mesopotamia, Egipto e India (donde compila textos hinduistas y budistas). Al hojearlo noté, al menos, tres diluvios diferentes. Entonces recordé otros más que comentaré a continuación. Empezaré por el diluvio en “El poema de Gilgamesh”. En esta obra es Utanapisthim (conocido como “el Noé mesopotámico”) quien relata su participación en este desastre natural. En la traducción de Jorge Silva Castillo dice: “Vi yo el aspecto del cielo. / ¡Su sola vista infundía temor! / Entré en el barco, cerré mi Puerta (...) Regalé mi palacio con todas sus riquezas. / De mañana al despuntar el alba / Se levantó en el horizonte / Una nube negra”. Más tarde agrega: “Seis días y siete noches / continuó el viento, el diluvio, la tempestad. / El diluvio aplanó la tierra / Llegado el séptimo día se aplacaron / la tempestad, el diluvio, la batalla”.
El libro del “Génesis”, de la Biblia, contiene la versión más famosa de esta historia. A diferencia de Gilgamesh, aquí el diluvio dura ciento cincuenta días. “Todo ser mortal que se mueve sobre la tierra pereció: aves, bestias, animales, todo lo que tiene vida y se mueve sobre la tierra y toda la humanidad”, detalla el capítulo siete. Por otro lado, en “El mundo antiguo I” encontré un texto titulado “El diluvio hindú”. Es un fragmento del “Rig Veda” protagonizado por Manu, el primer hombre. Él encuentra un pez en su vaso de agua y le pide que lo ayude y no lo lance al mar, porque los peces más grandes se lo comerán. El pez le indica: “Deberás construir una nave para salvarte del diluvio que te he anunciado. Haz exactamente lo que te digo. Cuando el diluvio comience, métete en la nave que habrás construido y déjate llevar por las olas; yo iré entonces a salvarte”. El cuento me hizo pensar en el mito de Matsya, un avatar de Vishnu. El dios tomó la forma de un pez gigante para salvar los Cuatro Vedas de un diluvio universal.
En el Popol Vuh aparece de nuevo: “Una inundación fue producida por el Corazón del Cielo; un gran diluvio se formó, que cayó sobre las cabezas de los muñecos de palo”, describe en el capítulo tres sobre la creación fallida de los hombres. También hay un mito wixárika del diluvio, incluso una versión griega. Juan Eduardo Cirlot, en su “Diccionario de Símbolos”, explica que el “sentido simbólico” del diluvio equivale a “una purificación y regeneración, lo que implica en el fondo la idea de castigo y de finalización”. Quizá por ello lo veamos con insistencia en las culturas del mundo, además de la influencia de las condiciones geográficas propensas a las inundaciones, como en la antigua Mesopotamia. Morir para renacer desde el elemento primordial: el agua.