Magisterio y gobierno, la relación impropia
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El movimiento magisterial, en pos de la mejora de sus condiciones, tuvo su punto de eclosión en los años cincuenta del siglo pasado, cuando un grupo de aguerridos, honestos y persuasivos mentores hicieron frente al gobierno del general Madero, y sin más herramientas que su vocación magisterial, diálogos inteligentes y gran tesón, lograron no solamente el pago de sus quincenas vencidas, sino también la conformación de un grupo que consolidó por años los anhelos y clamores de los profesores: su salud, un trabajo digno y remunerado y una pensión suficiente.
El logro de estos mentores como: Felipe de Alba, Nicéforo Rodríguez, Emilia Hilario, la maestra De la Fuente, Abel Suárez, Alejandro Casas y muchos más, no sólo se consolidó hacia 1958 con los acuerdos de jubilación a maestros de más de 40 años, en un inicio, sino que fincó las bases para la creación de las clínicas del magisterio, edificios y nuevas prestaciones para estos.
Los mentores mencionados, quienes formaron parte de la primera generación del sindicalismo coahuilense del gremio, tomaron su papel eminentemente en la lucha por la obtención
de mejores condiciones y la asignación de plazas.
La relación con el gobierno fue respetuosa, pero tensa, y fueron los sindicalistas de la segunda generación quienes establecieron los vínculos con el poder político local, al darse cuenta de que se fueron convirtiendo en un grupo corporativo muy útil para el PRI y sus truculencias.
Para los años setenta, se había consolidado una liga fuerte entre el gobierno, el partido y la Sección 38 en una toma y daca: tú me apoyas en las elecciones y yo volteo la vista con los dineros de la Sección.
Se creó así la mafia sindical que no solamente traicionó los principios de sus mentores sindicales, sino que inventó fórmulas para saciar los apetitos económicos y hasta sexuales.
Comaladas de dinero que se recibían del gobierno, vía negociación de contratos y subsidios a fondos de pensiones, y de sus agremiados, a través de las cuotas sindicales ordinarias y extraordinarias −en el primer caso− y asignación de plazas a cambio de favores carnales, definieron desde ese tiempo la tónica de los comités ejecutivos y en el inter, eso sí, la ayuda desinteresada y obligatoria a algunos
agremiados y en casos de exclusión.
La fórmula de esos tiempos fue colocar al frente de las instituciones a profesores honorables, a quienes no se les permitían ejercer funciones, ya que éstas eran desarrolladas en las trapacerías de sus tesoreros o administradores que reportaban directamente al comité ejecutivo.
A la par, los síntomas del surgimiento de los nuevos ricos ostentosos y con mal gusto manejando autos lujosos del año, portando sus cadenas de oro macizo, residencias suntuosas que parecerían ser decoradas por el rey del cabrito, ranchos, huertas, complejos turísticos, viajes y viejas.
La tercera generación no sólo se contentó con esos haberes, sino que inició el saqueo del fondo de pensiones y de servicio médico, al cabo, cada año se quejaban con el gobierno en las revisiones salariales, sobre todo en los electorales, y recuperaban lo robado.
A partir del año 2000, el gobierno y el PRI fueron sorprendidos por el triunfo de la oposición ante la falta de control político de sus principales corporativistas, uno de ellos: la SNTE.
En Coahuila, los mentores votaron de manera libre y sin control en las elecciones federales, por ello, desde el gobierno local se vio la necesidad de retomar el mando y la figura de Carlitos Moreira surgió no solamente para apuntalar el triunfo de Humberto en su nominación al gobierno, sino también para colocar alfiles que organizaran a las huestes magisteriales y su lumpen que tenía ganas de tener.
La historia desde ese triste día para el magisterio es de sobra conocida, el saqueo fue magnánimo, inimaginable y cruel, y con ello la afectación a los servicios básicos de los profesores: la salud y un retiro digno.
Este hecho orquestado por los hermanos muerte y Carlitos se heredó a Riquelme, quien −entregado a los designios del exdictador− permanece hierático ante el clamor magisterial y la quiebra del sistema de pensiones.
Lamentablemente y ante el surgimiento desde hace 4 años del movimiento de dignificación magisterial, la respuesta del administrador Riquelme había sido el silencio, después pasó a la agresión y la represión, y hoy día está dominada por el terror al cercar la Plaza de Armas para evitar el mitin de maestros en un hecho cobarde y fascista que define el tamaño de su miedo. ¡Haya cosa!