Malas costumbres y dobles discursos
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Como “animales de costumbres” que somos, nos acostumbramos rápidamente a todo, y al tiempo escasea en nosotros la capacidad de asombro. La tierra es nuestra casa y nos asombran muy pocas cosas de ella, quizá porque nuestra visión, es limitada. Si en las condiciones en las que se encuentra el planeta sigue siendo maravilloso ¿se imagina si no existieran los niveles de depredación que ahora padecemos? El mundo, la casa, la tierra, no es como ahora la conocemos, la hemos venido agotando, la hemos venido complicando.
No podemos acostumbrarnos a vivir en un mundo degradado, contaminado y devastado por la ambición de unos cuantos que lo siguen usufructuando a su antojo. Los seres humanos de estos tiempos, hemos asumido la actitud de Atila el rey de los Hunos, por donde pasamos, ni la hierba vuelve a crecer. Lo peor de todo, pensamos que las cosas son y deben de ser así. Finalmente, a todo se acostumbra el ser humano.
En el afán por remediar las malas costumbres que tenemos, se han hecho muchos intentos a través de reuniones, de cumbres, de acuerdos internacionales, que luego bajan a lo nacional, pero solo a nivel de greenwashing –discurso que utilizan los lideres de un estado o de la sociedad, donde se muestra un interés momentáneo por las situaciones de emergencia que de pronto aparecen– al tiempo se pierde el interés, otra vez, por el tema de la costumbre. Hay quienes le llaman normalidad.
Lo que pasa en Monterrey, es ilustrativo. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la coloca como la ciudad más contaminada de América Latina. De pronto, cuando la cosa se complica, es decir cuando son notorios los niveles de contaminación, la falta de calidad del aire, los altos niveles de emisiones de CO2 o toma la nota algún medio inmediatista, hay cierta preocupación. Al día siguiente, lo saben los propietarios, las fábricas, Pemex y quienes contaminan, pero todo seguirá ahí. Se seguirá complicando la salud de la población, eso sí generando mucha utilidad.
Saltillo, no es la excepción. Los terribles y contaminantes olores que se dan por la parte oeste de la ciudad siguen y seguirán mientras no exista voluntad de los dueños de esas empresas y de las autoridades que administración tras administración, muestran en su agenda interés por el cuidado por el medio ambiente, pero solo es de palabra. Las empresas siguen en franca actividad viviendo en el área de la ilusión autocomplaciente con el mote de Responsabilidad Social Empresarial como bandera legitimadora. Si no es greenwashing ¿Qué es? Es cuestión, dirán, que los vecinos se acostumbren, no podemos para el crecimiento económico ¿Dónde ésta el problema? ¿O no?
Por este tipo de hábitos y malas costumbres que tienen las organizaciones en el mundo, donde se prioriza el business en contraposición del “bio”; se reunieron la semana pasada en Glasgow, Escocia, después de 25 cumbres, los líderes políticos, empresariales, medioambientalistas, de medios de comunicación, académicos y personas interesadas en lo que se ha venido llamando “el cambio climático”, dando lugar a la COP26 (Conferencia de las Partes, es decir los países que son miembros de la iniciativa de realizar acciones para palear el cambio climático).
Los resultados, como siempre, falta de sinergia, de voluntad entre gobiernos, organizaciones, sociedad civil y ciudadanos en general para pensar más en clave de sostenibilidad; es decir, en dejar un mundo en mejores condiciones que el que nosotros recibimos. La COP26, se enmarca en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y tienen como antecedente el Protocolo de Kioto y los llamados Objetivos del Desarrollo del Milenio.
Los ODS son un proyecto liderado por la Organización de las Naciones Unidas cuya responsabilidad está en manos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) del que son parte 193 países en el mundo, con una duración aproximada de 15 años, de ahí su nombre, se le conoce como Agenda 2030.
Por supuesto, el trabajo que muchos realizan con sinceridad ha ido calando poco a poco bajando los niveles de situaciones contrarias a la dignidad humana, porque poner fin a las guerras, al intervencionismo, al autoritarismo, a las grandes hambrunas provocadas, a las enfermedades inducidas, a la discriminación en todas sus formas, al terrorismo, al imperialismo, a los bajísimos salarios, al cierre de puertas a los migrantes que se manifiestan a través de la desigualdad, la pobreza y la exclusión y que es la meta de los ODS.
El problema, como en muchas otras actividades que realiza el ser humano, es la disfuncionalidad del discurso de las organizaciones, de los ciudadanos y del estado entre lo que se dice y lo que se hace. Por supuesto, problemas muy grandes para voluntades tan pequeñas. Pareciera que la pandemia no ha sido suficiente para hacernos entender, que o unimos voluntades o ponemos en riesgo nuestra precaria casa.
Tratar al hombre como fin y no como medio (Kant, 1999, p. 173) garantizará en el futuro inmediato la consolidación de los Objetivos del Desarrollo Sostenible donde la paz que se construye con justicia será fundamental para lograr la igualdad de todos los seres humanos sin distinción, teniendo como punto de partida la erradicación de la pobreza y el cuidado del planeta asegurando el desarrollo sostenible a través de los 17 retos que lo componen. Procuremos hacer lo que decimos y cumplir lo que prometemos, el doble discurso, nos tiene contra la pared. Así las cosas.