Palabras correctas
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El presidente Andrés López habla mucho, y habla muy mal. Y no me refiero a su acento tabasqueño, ni mucho menos a su bajo nivel de lectura que se refleja en su forma de hablar e ignorancia. “Te rayastes”, “energía eótica”, “México se fundó hace más de 10 mil años”; cuando en esa época culminó la Era del Hielo y surgieron animales como el mamut y el dientes de sable, entre otros, y un largo etcétera entre ocurrencias y trastabilladas como aquella declaración presidencial en la que reclama diciendo “Que no me vengan con que la ley es la ley”. Increíble que un mandatario, quien en principio debería ser garante del estado de derecho, y que juró respetar y hacer respetar la Constitución al tomar posesión de su cargo, declare frases pertenecientes al despotismo.
Es increíble que López Obrador menciona durante sus conferencias mañaneras un promedio de 89 mentiras o afirmaciones no verdaderas al día, es decir, más de 84 mil 200 mentiras presidenciales durante su gobierno. A esas mentiras tenemos que agregar los hechos o acontecimientos que no han sido llamados por su nombre.
Como ejemplo, mencionaré a algunos, aunque sé que la lista es interminable.
Cuando los diputados federales votaron en contra de la contrarreforma eléctrica propuesta por el presidente López mediante la cual se limitaba el uso de energías limpias y se fomentaba el uso de fuentes de energía contaminantes como la gasolina, el gasóleo y el carbón, el líder de Morena en el Congreso, el presidente de dicho partido, y Claudia Sheinbaum, entre muchos otros, calificaron a dichos legisladores opositores de vendepatrias, y, sobre todos, los amenazaron de iniciar un proceso legal por Traición a la Patria, cuando la forma correcta de considerar las acciones de diputados fue la de defensores de la división de los Poderes de la Nación y no, como los morenistas sumisos y lambiscones que no se atreven a quitar ni una coma de las propuestas presidenciales.
Cuando el 82 por ciento de los mexicanos con credencial del INE, decide ejercer su derecho a la abstención activa en la consulta de revocación de mandato, a eso se le llama democracia, y no intervención tramposa del Instituto Nacional Electoral y de sus consejeros.
Cuando Mario Delgado, presidente de Morena, pretende hacer ver como un triunfo el fracaso obtenido en la carisísima consulta, a eso se le llama ineptitud y ausencia del respaldo social a nuestro Presidente.
Cuando los consejeros del INE no se rinden ante los ataques directos del presidente Obrador y de Morena, y defienden contra viento y marea la democracia y el estado de Derecho, a esa actitud valiente se le llama dignidad y amor a México.
Cuando José Ramón López Beltrán es encontrado viviendo en una mansión propiedad de un alto ejecutivo de la compañía petrolera con más contratos en el gobierno de la 4T, a eso se le llama conflicto de interés y corrupción, y no se recurre a excusas como “al parecer su mujer tiene dinero”, ni a declaraciones de los líderes de dicha empresa exonerando al hijo del Presidente.
Cuando la UNAM y otras universidades públicas del país sólo se han preocupado por fomentar la calidad educativa en sus aulas y no se prestaron para convertir a sus alumnas y alumnos en un semillero ideológico afín a un presidente que lucha abiertamente por los intereses de los dictadores de Cuba, Venezuela, Nicaragua o Bolivia. A este tipo de instituciones educativas podríamos premiarlas por su responsabilidad social, y no castigarlas económicamente y al nombrar a la UNAM, como lo hizo AMLO, “universidad derechizada (o de derecha)”.
Cuando la favorita de López Obrador para sucederlo en el trono, o más bien dicho, para seguir mandando a través de su figura débil y su lambisconería absoluta, cuando Claudia Sheinbaum, decía, se convierte en una caja de resonancia y repite textualmente lo que dice el Presidente, y no cumple con sus obligaciones con la Ciudad de México, a eso se le llama sumisión por ambición.
Cuando se ha superado ya, y por más del doble, el número de muertos por violencia de los primeros trienios de Calderón y de Peña Nieto, quienes sumaron en dicho periodo, respectivamente, 30 mil 572 muertos en el caso del presidente panista, y 42 mil 489 en el primer trienio de EPN, mientras que lo que lleva la administración de López Obrador el número de ejecuciones, con todo y los abrazos y los regaños de las abuelas, es de 102 mil 830. A eso se le llama narcoestado, y fracaso en la estrategia de seguridad pública.
Pero, aquí entre nos, cuando la sociedad se une contra el totalitarismo presidencial y marcha gritando “Ya basta”, a eso se le llama esperanza y no enemigos de la transformación.
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