Pedro García de la Torre: la luz entre nosotros
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De la luz metafísica, de la luz filosófica, de la luz espiritual o religiosa también estamos hechos.
¿Se nos ha olvidado que nos nutrimos de la luz? ¿Y qué esta luz sobrepasa incluso la noche más oscura con rayos imperceptibles para la escala humana? ¿Habremos olvidado que la luz nos es dada a través del fósforo de nuestros cuerpos, pero también, a través de la retina que recibe la luz de la estrella que hemos nombrado Sol?
De la luz metafísica, de la luz filosófica, de la luz espiritual o religiosa también estamos hechos. Es claro que cuando hablamos de hechos que deben ser atendidos, usamos palabras relacionadas con la luz [yo misma escribí líneas arriba: “es claro”]. Se dice también: que caiga la luz y se sepa sobre el asunto tal o cual.
Cuando se habla de las figuras en un lienzo, cae la luz sobre ellas, y su contrapunto, las sombras, otra forma de la luz. Así un pintor, puede trazar brillos sobre cuerpos humanos, sobre fragmentos de vasijas, sobre zapatos usados, sobre personas dolientes y desamparadas que tal vez, solo a través de magistrales piezas en blanco y negro puedan ser vistos de nuevo y así nacer ante otros ojos.
Le he visto trazar sobre madera, sobre papel o sobre muro, le he visto ennoblecer materiales humildes como maderas o telas ya viejas sobre las que daba las pinceladas. Es un espíritu escaso por silencioso; prefiere las mañanas en solitud para trabajar con la luz, que en su caso implica también el macerado de una luz espiritual derivada del cristianismo.
Estos son breves apuntes, esbozos apenas, sobre Pedro García de la Torre, artista monclovense que ha elegido trazar cuerpos o paisajes para ser vistos, y voy más allá:comprendidos. Sobresale el autorretrato realizado este año que no falta a la luz de la verdad. No hay en él un intento de pulir o mejorar ángulos; está la avidez por mostrarse tal cual es. Pienso que entre los cabellos largos, y la mirada frontal que nos entrega, algo hay de notificación ante la muerte, como decir: -presente, y algo de triunfo también, de haber encapsulado un momento con óleo en el que se mira y nos mira. Enfundado solo en un abrigo negro -es todo lo que lleva puesto-, da cuenta de cómo media lo mínimo en ese exponerse ante el mundo, debido tal vez a su espíritu mesurado -que no avergonzado y menos, tímido-.
Es ese autorretrato que se desgaja, en donde encontramos un rostro que el extremo derecho muestra más evidente unas capas en donde se insertan otros planos, que dan origen a varios fragmentos del mismo rostro. El ojo que aprecia en el plano izquierdo es el que permanece fijo y claro, es el que más certeramente clava la flecha de la visión en quien observa.
Destacan las luces que da a los cabellos, a la piel y a las arrugas de un rostro joven que no se solaza en la idea de la lozanía.
Así trabaja García de la Torre, como esa luz que fuera considerada un campo de éter y que ahora sabemos, está conformada por fotones, los cuales como un misterio, que tienen la dualidad de ondular cuando se refleja, o bien, de volverse partículas cuando interactúa con la materia y le transfiere energía.
De acuerdo a una corriente etimológica, luz, proviene del griego leukós, que significa blanco. Y este específico blanco (en griego es lefkó) está relacionado y fue empleado para referirse a la tierra de las propias islas griegas, que son albas. Una tierra que en el desierto monclovense también es intensa, y que creo, ha marcado con sus radiaciones y temperaturas, el pulso y el intelecto de Pedro García de la Torre, nunca ajeno a lo que ocurre en el mundo donde las tensiones sociales presentes, son algo, que deja ver en su trabajo, y que también le importan.