Agujeros negros
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Son un enigma en la Creación.
Forman parte del dinamismo que hay en el universo. Tienen una fuerza de atracción descomunal. Pueden devorar una galaxia. Los investigadores más imaginativos suponen que son túneles de transportación para otros universos. Parece que hay uno de cierta potencia en la Vía Láctea. Los agujeros negros lo mismo devoran asteroides que cometas o planetas.
En lenguaje metafórico, podríamos decir que hay países, como México, que tienen agujeros negros de diversos tipos y en distintos niveles.
Los hay que devoran mineros irrescatables; hay otros, de perforación vernácula, de los que brota petróleo cuyo precio se encarece o se abarata. Otros hay, en contabilidades horadadas, que desaparecen millones de dólares y pesos de la gente que contribuye pagando impuestos.
Algunos agujeros oscuros y profundos tienen especial voracidad por parlamentarios y gobernadores. Estos personajes, devaluados y enriquecidos, se esfuman y hasta –elegantemente– se ausentan en helicóptero a universos ignorados. Hay negros agujeros errantes que se tragan mineros irrescatables o ciudadanos que estudian, que negocian, que escriben o que rezan.
Hay oscuridades voraces que desaparecen bosques con tala clandestina. Hay plaga de orificios oscurecidos que se vuelven virales y se tragan todas las transparencias con las opacidades de soborno, mordida y corrupción. Se le llama irónicamente “prender la luz por delante” para que alguien se haga de la vista gorda o navegue de muertito o haga que el perro baile.
Hay países agujerados por todas partes, con bolsillos que parecen atraer manos que todo se llevan y con insaciables hoyos invasores. Éstos no dejan tienda con pantallas que van a dar al universo de la distracción robada. Ahora está surgiendo un boquete negro vecino –ya no tan negro– hambriento de empresas maquiladoras que hayan venido, en viaje transfronterizo, de norte a sur.
Surge en países, así perforados, una inquietud de tapa-agujeros o apaga-fuegos, con la tentación de atender sólo lo urgente, con descuido de lo esencial. Se combate lo manifestativo negativo y se olvida lo constitutivo positivo.
Afortunadamente en este país no hay agujero negro capaz de tragarse la esperanza. Esa actitud logra siempre aprovechar el viento contrario para ascender y transforma calamidad en oportunidad, y aun el error se vuelve experiencia. Cuando corrían a Cantinflas del Gran Hotel decía, sin inmutarse: “de mejores hoteles me han corrido” y se iba tan campante. Así México evoca su historia y recuerda de cuántos mayores agujeros se ha librado y sigue la búsqueda de su plenitud existencial…