Café montaigne 101
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“Jesús, ¿pero sí me quieres?”, me preguntó un día cualquiera la güera, la cual responde al nombre de Asia Jazmín, regiomontana ella y bailarina de un table dance de aquella ardiente ciudad. Me lo dijo así, como un soplo, como un ruido letal en el día vocinglero el cual nos aplastaba en la tarde con un calor seco, tolerable para ella, pero para mí demencial. Volteé a verla y le dije en apenas un segundo y sin pestañar: “claro, güerita, usted lo sabe”. A lo cual ella me apretó un poco más la mano… la cual estaba entre sus muslos redondos, de leche y nieve, y volvió a la carga: “¿pero cuánto me quieres?...”. Le dije de un vendedor de helados el cual se encontraba cerca, le ofrecí uno, ella lo pidió de fresa y chocolate (como aquella vieja película cubana, creo recordar) mientras a mí me servían uno de chocolate y nuez. Un manjar. Caminamos y enfilamos nuestros pasos al Paseo Santa Lucía para ir a comer a un restaurante de pastas italianas.
La güera Asia Jazmín tiene 27 años. Yo le duplico la edad. Ella tiene un niño y una niña, los cuales son su adoración. Tengo saliendo con ella como dos años. Tiene el cabello largo y sedoso, y dos palomas blancas como pechos, los cuales caben en el hueco de mis manos, y danzan sus pezones cuando hace frío, ateridos. Periódicamente y cuando quiere, se hace unos rulos en su blonda cabellera y se ve más linda y atractiva de como es. Se lo digo. Ella siempre me contesta con su muletilla y su risa juvenil: “¡Hoy sí me bañé, Jesús!”. Su piel huele a ambrosía y se pone un toque de un perfume –el cual sólo ella conoce– en su cuello y en el nacimiento de sus pechos, esas palomas blancas las cuales me hacen palidecer todo el tiempo. A la güera Asia Jazmín siempre le he dicho de no convenirle en nuestra relación. Es decir, soy viejo para ella, le digo de fácilmente ser su papá, a lo cual ella suelta la risotada y espeta de su papá: “si viviese sería más joven a este escritor”, doble agravante pues, le digo, y vuelve a sonreír. Le digo de varios detalles los cuales tenemos en contra: no siempre puedo ir a verla a Monterrey. Ella no siempre puede venir a pasarla a mi casa a Saltillo. Ella tiene el deber de llevar a sus niños a la escuela y atenderlos, amén de divertirse y, claro, ver por su mamá. Sin faltar a su trabajo. No es una vida fácil.
Ella me dice siempre: “¿Ya vas a empezar?”. Le digo es el mundo real, por lo cual es obligado pasarla bien, respetarnos mutuamente, apoyarnos el uno al otro y pues sí, periódicamente decidir si continuamos en la misma sintonía de seguir juntos o terminar la relación. Ella abre los ojos, se deshace de mi mano y se molesta. Le digo así es el verdadero amor (no el enamoramiento): se elige a una persona para caminar con ella por cierto periodo de vida, pero eso de “amor eterno” y ese tipo de juramentos raros, pues no, en mí ya no operan del todo. O ya muy poco. O casi nada.
ESQUINA-BAJAN
Asia Jazmín quiere saber cuánto la quiero. Es algo raro, las mujeres siempre lo preguntan. Medir, pesar, tasar el amor. Es algo raro sin duda. Y todo, todo conspira y nos movemos en ello, en una especia de “amor dependiente”. Vemos películas de Hollywood, series ahora tan de moda y claro, ni se diga las canciones y poemas de amores pasionales, las cuales nos deben de provocar arrebatos casi místicos para poder “probar” a la persona querida de nuestro bastante, bastante y harto amor hacia ella. A la güera le gustan las canciones de moda, eso llamado movimiento alterado, música de banda sinaloense y cantantes norteños los cuales salen ataviados con hartas joyas, autos de miles de dólares y, claro, edecanes de infarto. Me habla de “amores bonitos” los cuales son protagonistas de las canciones de Gerardo Ortiz, la banda “La trakalosa”, “Banda MS” y un largo etcétera.
Pero no sólo canciones populares han contribuido o contribuyen a provocar una especie de “enamoramiento pasional” o “amor dependiente” hasta llegar a la abyección. Lo anterior es lo mismo tratado por grandes poetas como Lope de Vega, John Keats, Louis Aragon, Octavio Paz… al igual que agrupaciones y cantantes de moda como el infumable Maluma, Maná, Amaral, José Alfredo Jiménez, Pablo Milanés y un largo, larguísimo etcétera. Lea lo siguiente, señor lector, son versos de una canción del grupo español Amaral: “Sin ti no soy nada / sin ti no soy nada…”. Caray, la despersonalización total del pobre sujeto. No se valora en lo más mínimo, y tal vez cuando compuso esta cancioncilla estaba involucrado en una pasión juvenil donde se confunde amar con ir al retrete, seamos francos.
Pero no hay ninguna diferencia con los siguientes versos del poeta John Keats: “Imploro tu clemencia… sí, amor / amor clemente que no atormenta, / amor constante, permanente, puro…”. Caray, no hay un asidero de realidad en estos atormentados versos, los cuales hasta imploran lástima, clemencia, piedad a la amada hasta llegar a eso tan raro como inexistente es: un amor puro. ¿Amor puro y permanente? Pues vaya usted a saber dónde se encuentre, señor lector. Todo esto se le platico a trompicones a la güerita Asia Jazmín, la cual hace arder su lugar de trabajo con sus diminutas minifaldas en sus bailes de erotismo y sensualidad sin reposo. Ella me ve, retoma mi mano, la lleva en medio de sus redondos muslos y me aprieta, sabe de mi disfrute de ello, me aprieta, pero no ceja en su empeño de tener una báscula y cinta métrica a un lado para medir y pesar el amor: “¿Pero sí me quieres mucho y vamos a seguir por siempre?”. Me rindo, le suelto entonces un par de mentiras…
LETRAS MINÚSCULAS
“Sí flaca, si tú me dices ven, yo lo dejo todo…”. Continuará próximo sábado.