Café Montaigne 86
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Nunca en mi vida me he enfrentado cara a cara con una obra de Leonardo, el nativo de da Vinci. Leonardo da Vinci (Vinci 1452- Cloux 1519). Ignoro si alguna vez alguna de sus obras han estado en México, en la ciudad de México
Nunca en mi vida me he enfrentado cara a cara con una obra de Leonardo, el nativo de da Vinci. Leonardo da Vinci (Vinci 1452- Cloux 1519). Ignoro si alguna vez alguna de sus obras han estado en México, en la ciudad de México. No recuerdo de esto. Impensable admirar sus obras tierra adentro, como en Monclova, Allende, Saltillo o Reynosa. En mis 55 años de vida sobre la tierra he tratado de correr a cualquier exposición de aquel artista el cual me mueve con pasión los ojos, la piel y el esqueleto.
Esto no es recuento ni presunción, pero he estado frente a frente con lo mejor del arte novohispano (sobre todo, ya vi a Miguel Cabrera). He tenido frente a mis desorbitados ojos varios Vincent Van Gogh, hace poco a Gustav Klimt, Remedios Varo, Leonora Carrington, Roberto Matta; una muestra completa del famoso Taller Torres-García en Monterrey; un puñado de obras de Giacometti, Rafael y Pedro Coronel y dos mexicanos los cuales son mi deleite personal: Olga Costa y Chávez Morado. Los anteriores artistas llegan a trompicones a mi precaria memoria. Pero insisto, nunca he estado frente a un Leonardo da Vinci.
Hace poco y como siempre sucede en mi vida, se fue cuadrando un puzle en mis anaqueles. Tenía algún libro con las reproducciones de la obra de Leonardo da Vinci, el genio del renacimiento, pero básicamente eran eso, sólo láminas. Poco texto y muchas láminas para el disfrute estético de la mirada.
Alguna vez y en viaje reciente, di con una revista europea, española para ser precisos, donde se le dedicaba un dossier al genio artista, inventor, ingeniero, anatomista, pintor, escultor… Con buenos textos especialmente redactados por especialistas de varias universidades peninsulares, la revista se dejaba leer con suficiencia y holgura. Ese día cuando la compré, quedé con ganas de saber y disfrutar más sobre Leonardo. Luego, quiso el destino, el azar o el acaso, como usted quiera llamarle, toparme con dos espléndidos libros sobre el gran genio de Leonardo da Vinci.
Los libros son: “Leonardo da Vinci. Cara a cara” de la autoría de Christian Gálvez para editorial Aguilar, y “Leonardo da Vinci” de Luis Racionero, para una editorial ibérica, Folio. Este último texto deletreado, una auténtica aplanadora de pensamiento el cual aborda al mito de Leonardo desde cualquier tipo de ángulo o arista.
Luis Racionero se dedica a enseñarnos o mostrarnos, el “método” de Leonardo, su vida y contexto histórico, nos acerca al Leonardo científico, al Leonardo artista, al Leonardo especulador y claro, a ese Leonardo da Vinci en el cual todo mundo veo hemos visto inmerso en el mundo mágico, sólo para iniciados o de plano, el Leonardo hermético el cual el autor no duda en definir mucho de este trabajo, como ancilado en el tema andrógino.
ESQUINA-BAJAN
Dice Christian Gálvez: “… todo lo que se descubre de Leonardo intenta revestirse de mensajes ocultos y misterios.” El par de libros, conforme se avanza en su lectura, no se dedican a deshacer entuertos ni mucho menos su papel es rebatir tantas mentiras y supuestos construidos en el manto del genio renacentista; mejor aún, conforme los leemos y disfrutamos, los autores y de la mano nos van llevando por la senda del conocimiento, del aparato crítico, de libros de primera fuente, de las mismas notas y cuadernos de Leonardo y nos ponen ante un enorme fresco en el cual se va tejiendo la vida y obra del pintor más recordado por su obra “La Gioconda” o lo poco vivo ya de la pluma y pincel del gran maestro Leonardo, en “La última cena.”
Por cierto, el académico Gálvez, nombrado “experto mundial en la figura de Da Vinci”, dice tajante –al igual Luis Racionero–, “… el tema de María Magdalena… no está representada en ‘La última cena’… si uno estudia todo el imaginario de Leonardo encontrará que todos los adolescentes que él pinta son andróginos, hermafroditas.
No sabríamos decir si Baco o Juan Bautista son hombre o mujer, ya que tienen esa feminidad, sobre todo cuando son adolescentes.” Leonardo da Vinci muere el 23 de abril de 1519, y le deja sus cuadros, dibujos y manuscritos en el invierno de su vida (67 años) a su discípulo Melzi. Entre estos cuadros figuran acaso, los tres mejores de su pincel: “Gioconda”, “Santa Ana” y “San Juan.”
Leamos al investigador Racionero: “Estas tres obras tienen una notable característica común: el personaje andrógino. Cómo y por qué aparece este símbolo en las obras postreras de Leonardo es algo que nadie ha puesto en claro…” Y claro, ella no es “ella”, sino “él.” Es Piero Franceso del Giondo y la comedia de errores y equívocos, datan de cuando Giorgio Vasari (1568) dice de ser “ella” y no “él.”
¿María Magdalena en los despojos de lo hoy admirado como “La última cena” de Leonardo? Cualquier investigador serio, como estas dos autoridades universales lo dicen: ese cuadro tiene apenas una pátina del genio de Leonardo da Vinci; poco, muy poco queda impregnado de su arte. Y ese gran equívoco, María Magdalena retratada como un discípulo más.
Absolutamente no, era un efebo. Pero de ser así, el gran Fra Angélico y cincuenta años antes a Leonardo, ya pintaba “últimas cenas” con la presencia de María Magdalena y sin tapujo o pudor alguno.
Otros artistas antes o contemporáneos a Leonardo pintaba o dibujaban a María Magdalena junto al maestro Jesucristo. ¿Y el enigma de su “escritura especular” la cual se lee con un espejo y esta transitaba de derecha a izquierda? No era privativa de él. Con suficiente tiempo se conocía de lo anterior, no hay ningún enigma al respecto. El primero en abordarlo fue… Vasari en 1568. La ignorancia nos hace ver hermetismo e iniciación secreta en todo.
LETRAS MINÚSCULAS
Este es el primero de un tríptico. Ojalá lo disfrute usted con su café o su ron favorito.