COVID-19: enferma a pocos, altera a todos
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L a declaración de que el COVID-19 es ya una pandemia ha tenido un efecto mucho mayor al que se esperaría, sobre todo si se tiene en cuenta que el Director General de la Organización Mundial de la Salud aseguró que tal declaración “no cambia lo que la OMS está haciendo, ni tampoco lo que los países deben hacer” para atender el brote del patógeno.
La psicosis se ha disparado en el mundo entero y ayer se notó, sobre todo, en los mercados financieros que registraron pérdidas históricas en muchos de los casos. Y las pérdidas no fueron mayores solo debido a la suspensión de las actividades bursátiles, como ocurrió en el caso de la Bolsa Mexicana.
Pero no solamente los inversionistas, quienes corrieron a refugiarse en los bonos del Tesoro de los Estados Unidos, demostraron ayer su nerviosismo de forma ruidosa. También lo hicieron muchas personas comunes y corrientes que prácticamente “asaltaron” los supermercados con el propósito de hacerse con una reserva de diversos productos, particularmente desinfectantes.
¿Justifica tal actitud el número de enfermos y muertos que ha provocado hasta ahora el Coronavirus de Wuhan? Si nos atenemos estrictamente a las cifras, deberíamos estar más preocupados por los accidentes de tránsito, por ejemplo, que cobran alrededor de 1.4 millones de víctimas al año.
La cifra anterior se encuentra muy lejos de las muertes provocadas hasta ahora por el COVID-19 y no existe ninguna proyección que indique como algo probable que se ubique en rangos como el señalado.
Y los accidentes de tránsito, vale la pena puntualizar, no son la principal causa de muerte en el mundo, sino la octava, de acuerdo con datos de la OMS. Mucho antes que estos se encuentran los infartos, por ejemplo, que cobran casi seis millones de vidas anualmente.
¿Por qué este virus ha generado tal grado de nerviosismo en el mundo entero? Los especialistas han explicado que el énfasis de las autoridades en la necesidad de tomar medidas drásticas para contener la enfermedad es que ha mostrado un grado de propagación alto.
También contribuye a la psicosis colectiva el miedo a lo desconocido y la ausencia de información precisa que aclare nuestras principales dudas. El vacío se llena entonces fácilmente con datos falsos. Y esto, en los tiempos de la postverdad, no requiere mayor explicación.
Todo hace indicar pues que debemos prepararnos para actuar en un contexto en el cual la psicosis se apoderará paulatinamente del escenario y muy probablemente paralizará por completo las actividades cotidianas. La pregunta importante, desde luego, es cuánto tiempo va a durar esa situación.
Porque una cosa puede darse por cierta: la pandemia del COVID-19 será contenida en algún momento del futuro próximo, tal como ya está ocurriendo en países como China o Corea, donde el número de infectados y muertos ha comenzado a declinar de forma importante.
Pero mientras ese momento llega, parece que tendremos que resignarnos a transitar por una etapa en la que el miedo se impondrá sobre la razón.