El galope del Cowboy
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“No tengo derecho a fallar”, dijo en su toma de protesta como Presidente de México Andrés Manuel López Obrador. Fueron palabras, humo, sombra, polvo. Como es político, miente. Y todo mundo lo sabe, los políticos mienten, conspiran, vetan, esquilman, juguetean con el poder y o de plano, lo ejercen sin contrapeso alguno. Es el caso del mesiánico López Obrador el cual ya falló en Coahuila y en gran parte del País. Rápido, sus palabras se convirtieron en lo que son: fuegos artificiales los cuales se elevan, estallan y se evaporan. A Coahuila no le está yendo mal, no, le está yendo del carajo con la unción de AMLO en el poder federal. Aunque hay entidades más golpeadas que otras (precisamente las gobernadas por priistas, da la casualidad), a nuestra capital, Saltillo, le han recortado recursos federales casi, hasta asfixiar a la capital. Ni es justo ni legal. Coahuila en general, padece lo mismo.
Según el estudio “Presupuesto de los Estados por región 2019”, del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), la distribución de recursos con Coahuila, es totalmente inequitativa. Coahuila es el quinto estado del País que más aporta recursos al PIB, pero es el Estado número 17 en apoyo federal. ¿López Obrador ve con buenos ojos a Coahuila, le interesa la entidad? No. Como tampoco le interesó en su momento acompañar, tender puentes y mano a la gobernadora de Puebla, la panista Erika Alonso, quien luego y apenas a días de haber tomado posesión del cargo, murió en un accidente aéreo con su esposo, el senador panista y exgobernador, Rafael Moreno Valle. ¿Gobierna AMLO para todos los mexicanos? No. No fue a la toma de posesión de la panista y tampoco mandó a representante alguno. Fue peor, los condenó con su lenguaje de odio en su tribunal mediático mañanero. ¿Quiere AMLO a Coahuila y a Saltillo? No.
No pocos comentarios he recibido, entonces, sobre la manera de gobernar y de ejercer el poder por parte del “Cowboy urbano”, el alcalde de mi ciudad, Manolo Jiménez. Echado para adelante, como somos los norteños, inquieto, rebelde, con mucho ímpetu de hacer cosas y poner en práctica nuevas y variadas formas de aterrizar la política, una parte de los comentarios que me hacen es precisamente por su arrojo en ello: le reclama al presidente AMLO públicamente mediante las redes sociales el desabasto brutal de combustible en la región (AMLO prefirió cerrar los ductos de gasolina y combustibles, y transportar esos miles de litros en burros. Pipas, pues); pide justa distribución y asignación de los recursos financieros, defiende sus proyectos de un Saltillo hacia el futuro y de avanzada (su magno proyecto del Centro Cultural Mirador), pide audiencias, entrega cartas y proyectos…
ESQUINA-BAJAN
Mucha gente me comenta de ello: ¿es bueno lo anterior o debería de guardar primero eso llamado formas y protocolo ante el Presidente de México? No. Absolutamente no. Usted lo sabe, señor lector “codo” viene de codicia, de avaricia, y nosotros los coahuilenses, los saltillenses y nuestros vecinos, los regiomontanos, no ejercemos la voracidad y menos somos “codos” ni avaros. Manolo Jiménez sabe que la riqueza de hoy, ayer fue pobreza; de aquí que no somos manirrotos ni despilfarramos lo que con tanto sudor y trabajo conseguimos diario. Echado para adelante como buen norteño, desde que tomó las riendas de la capital, ha venido montado en un corcel brioso, el cual a galope, viene inyectando un accionar huracanado a la política no sólo local, sino estatal. ¿Debe entonces de bajar dicho ritmo, dicho galope, e imitar las pausas afásicas de AMLO en su tribunal mediático diario? No.
Estoy de acuerdo en su accionar y en sus reclamos. Justos reclamos ante una federación que al tratar de ahorrar, no gastar, quiere tener en un puño a todo mundo. López Obrador ha metido al País no en una crisis, sino ya se percibe esto como recesión. ¿A qué vino el Presidente AMLO a Saltillo el pasado martes 19 de febrero? A comer cabrito con su esposa. ¿Nada más? Nada más. ¿Desprecia a los coahuilenses? Imagino sí. En lugar precisamente de disfrutar alimentos, aunque sea rápido pues (en un restaurante de cabrito del sur de la ciudad, López Obrador y su esposa y un reducido grupo de su gente, estuvieron allí hora y media) con las autoridades estatales (el gobernador Miguel Riquelme y el alcalde de Saltillo, el “Cowboy urbano”, Manolo Jiménez), prefirió comer con los suyos y hacer esperar hora y media a las autoridades en las instalaciones del 69 Batallón de Infantería de la Sexta Zona Militar.
Este y no otro es Andrés Manuel López Obrador y dibuja perfectamente su personalidad, carácter y “cercanía” (lejanía, vaya) con los coahuilenses. ¿Sigue en campaña? Claro que sí, se sigue manejando como eterno candidato y no, no gobierna para todos los mexicanos. Pero, en su actitud de un ejercicio del poder vertical y concentrado, puede y está afectando a ciudades enteras, como Saltillo. la Federación recortó a la ciudad 12.1 millones de pesos del Programa para Fortalecimiento para la Seguridad (Fortaseg), un dramático retroceso de un 43 por ciento con respecto al año pasado, no obstante que Saltillo es considerada como la tercera ciudad más segura del País (datos del Inegi).
Y esto naturalmente le pega directo a usted y a mí, señor lector. Con el galope del “Cowboy urbano” y su ejecutivo de Seguridad y protección ciudadana, el abogado Federico Fernández, se ha logrado una estabilidad disfrutable. AMLO empeñado en boicotear esto y sumirnos en la desesperanza. Mire usted a los vecinos de San Pedro Garza, literalmente bajo llave en sus pomadosas residencias.
LETRAS MINÚSCULAS
¿A qué vino AMLO? A comer cabrito. No puede ni debe bajarse de su caballo bucéfalo, Manolo Jiménez. Echado para adelante, así debe seguir.