El presidente está preocupado

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La propagación del odio en tiempos de crisis
De los dos bandos hay propagación de odio en éstos aciagos tiempos de pandemias, sí, en plural, porque para México no solo es sanitaria; también lo es económica, de seguridad y de educación.
Les platico: Una cosa es que Martín Moreno haya dicho que le gustaría quemar en el Zócalo a todos los morenistas y otra es que supuestamente el presidente le haya respondido anoche -a horas inusuales para él por su costumbre de irse a la cama temprano- twitteando un fragmento del poema de Emil Martin Niemöller.
Queriendo ser elegante, López Obrador -o quien quiera que haya twitteado en su nombre- respondió al supuesto agravio, como lo hacen los fajadores pendencieros de barrio, que no son capaces de quedarse con un jab, sin soltarle al otro un gancho al hígado.
El incidente me recordó la amenaza de Paco Ignacio Taibo II, cuando embravecido por los alcoholes, le arrebató el micrófono a alguien en las inmediaciones del zócalo para decir que a los conservadores actuales habría que colgarlos en el Cerro de las Campanas, por traidores a la 4T.
“El odio es de los tontos y el amor es de los sabios”, escribió Bertrand Russell, pero le faltó vivir a pesar de habérsele ocurrido morir a sus 98 años, para venir a darles una lección a los dos bandos en que ha sido cortado México, por las tijeras de un gobierno que no alcanza a dimensionar el alcance de sus responsabilidades.
Veámoslo así: La reta que soltó el presidente sobre los 100,000 manifestantes en su contra, fue respondida de bote pronto por Gilberto Lozano y FRENAAA llenando el Zócalo y las avenidas en su ruta desde el Monumento a la Revolución.
¿Que si fueron más de esa cifra o menos?, es es lo de menos, porque si no hubiera un descontento social hacia el gobierno, nada de lo de ayer hubiese sido visto por el mundo.
Y ahí tenemos a uno que se supone es estadista y debe pensar en generaciones, no en votaciones, soltándole un mandarriazo a otro que de eso pide sus limosnas.
Y ahí tenemos al mismo que se supone es un gobernante que debe centrarse en lo suyo, gobernar, tirándole trancazos trepado en el ladrillo del púlpito del Palacio Nacional a una prensa que pre-ci-sa-men-te vive de eso, de los fregadazos que le asesta el pre-si-den-te.
Y ahí está el mandatario, que se supone man-da y no con-sul-ta, rayándole el carro cada vez que se le ocurre, a los fifis, a los conservadores, a los neoliberales, a los imperialistas hijos y nietos del imperio, a sus adversarios oníricos.
Desde los tiempos de Porfirio Díaz -y antes- los mexicanos le han tirado a sus presidentes; si no es por una causa es por la otra.
Vaya, hasta al mismito tocayo de Mussolini se lo surtieron aquí cuando se la quiso bañar en sus afanes reeleccionistas.
¿Qué puede esperar un presidente que gana unas elecciones con el voto de 30 millones de mexicanos, en un país de 127 millones de habitantes?
¿Qué puede esperar un presidente que se sale de un partido -el PRI- por corrupto; que se sale de otro -el PRD- por corrupto- y que mete a su gabinete a los mismos corruptos priistas y perredistas?
¿Qué puede esperar un presidente que saca el fuete para atizarle a los corruptos, que mete a la cárcel a uno que otro de los medianos y la mayoría chiquitos, y deja que los grandotes se paseen con su novia en España, jueguen tres veces a la semana 18 hoyos en tres campos distintos de golf y andes muy quitados de la pena en sus yatezotes y casotas de Acapulco y Cancún?
En serio, ¿qué puede esperar un presidente con todo eso.. y más?
Pues que un Gilberto Lozano y muchos otros que están por emerger de los lugares y los sectores más insospechados -de mí se van a acordar- salgan a la calle en plena emergencia sanitaria y se apersonen en el Monumento a la Revolución y en el Zócalo a rayarle el jetta al presidente.
Y en estos casos, ¿qué es lo que haría un estadista? Se plantaría a pie firme en la arena, como los buenos toreros, sin moverse, sin pestañear, sin titubear, a esperar la embestida del burel y torearlo con finura, elegancia, clase, garbo, porte, y después de todo eso, tirar la espada al suelo y salir los dos de la plaza, vivos…
¿Qué es lo que nunca haría un mandatario? Al echársele encima el 2º de la tarde, inventarse una gira por Chihuahua y Sonora en plenos sábado y domingo, y por la noche, ponerse a twittear fragmentos de los poemas de un pastor luterano alemán, para responderle con un golpe al que quiere quemar a los morenistas en el Zócalo.
CAJÓN DE SASTRE
“Y a todo esto, ¿qué culpan tienen los chihuahuenses y los sonorenses de todo este desmadre?”, pregunta la irreverente de mi Gaby.