Hablemos de Dios 69
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Todo mundo buscamos a Dios aunque éste no nos hable nunca. Andamos en la búsqueda de respuestas
Hay enormes nichos de mercado donde abunda el dinero. Dinero a pasto, a manos llenas. Se recoge literalmente con palas. No es broma, lector, es el caso de eso llamado “superación personal”, ya sea en cursos, seminarios, conferencias y sobre todo publicaciones, libros. Hay magos que lo que tocan es oro, se convierte en oro sólido y no líquido.
¿Usted tiene un grave problema, como lo es que le llegó una enfermedad degenerativa en su vida, algo pernicioso y letal, como el cáncer? Pues usted no está enfermo, sino que es un guerrero. La maldita enfermedad no es problema, sino una “oportunidad”. Pero, al final, usted se muere, con todo y los cursillos y las lindas y “motivadoras” palabras de su coaching en turno.
Esta, digamos, “filosofía” que en su momento era el new age y que ahora puede llamarse de otra manera, siempre ha existido por un motivo: todos buscamos repuestas nuevas a preguntas viejas. Todo mundo buscamos a Dios aunque éste no nos hable nunca. Andamos en la búsqueda de respuestas y la manera de encontrarlas no pocas veces pasa por el tamiz o la lupa de consejos del estilo “échale ganas y saldrás adelante”, “ten una actitud positiva” o bien, leyendo o escuchando historias, decenas, cientos de historias donde habla… Dios. No es broma, es el caso del libro “Caldo de Pollo para el Alma. Un Libro de Milagros”. De la autoría (recopilación de historias) de Jack Canfield, Mark Victor Hansen y LeAnn Thieman.
Y usted lo sabe, esto ya es una empresa, una franquicia que sigue maquilando dinero, harto dinero con sus libros, sus historias y todo el marketing que rodea este fenómeno editorial no sólo en Estados Unidos sino en el mundo. ¿Por qué venden tantos libros? Porque todo mundo anda a la búsqueda de Dios y de respuestas, así de simple y sencillo. De hecho, el subtítulo es el siguiente: “101 historias verdaderas sobre curación, fe, intervención divinas y plegarias atendidas”. No es broma, dicen “curación”. El volumen se encuentra dividido en nueve parcelas con las 101 historias.
Por ejemplo, en el apartado “Señales de lo alto”, son precisamente historias donde los personajes (gente real, se supone) agobiados por diversos problemas o situaciones, piden, imploran una señal del cielo o de Dios para saber si van bien en sus actividades o bien, saber si están haciendo lo correcto. Es el caso de la historia contada por Mónica A. Andermann, donde va diciendo haber visto un programa televisivo donde se narraban este tipo de historias de milagros (le digo, es toda una industria) y ella específicamente, como en el programa, pide como señal del cielo de haber sido escuchada, una pluma blanca en su camino como “respuesta”. Pues sí, al final dice que antes de salir de su casa “una perfecta pluma blanca reposaba en el suelo”.
ESQUINA-BAJAN
En este tenor transitan todas las historias de este libro motivacional. Pero hay historias inquietantes, unas más que otras. En diversos textos, los personajes (personas) no sólo “escuchan” a Dios que les habla, sino que son verdaderas y largas conversaciones de preguntas y respuestas con Dios. Es el caso del texto “Cadena de amor” contado por Paula J. Coté. Sí, lector, son preguntas con sus respectivas respuestas que la persona transcribe. De ser así, algo está mal entonces. No porque Dios sólo le hable a ella, sino por lo siguiente: si usted cree de verdad en la Biblia, Dios no puede ir en contra de su propia creación. Por lo anterior, hay gente preparada (teólogos serios incluidos) que incluso asegura que por lo anterior Jesucristo no pudo haber “resucitado”, iría en contra de la misma creación. ¿Dios habla? Con esta persona entabló toda una conversación con preguntas, respuestas y aclaraciones. Puf.
En la siguiente historia sí creo. La cuenta el doctor Viktor Frankl, el padre de la logoterapia, en su libro “El Hombre en Busca de Sentido”, uno de los libros que forman parte de mi alfabeto personal. Usted lo sabe, Frankl fue sobreviviente de los más terribles campos de concentración en la pavorosa Segunda Guerra Mundial de la Alemania nazi. Justo cuando ya bramaba la guerra y el exterminio en su oído, éste consiguió un visado para vivir y emprender carrera en los Estados Unidos. Era cuestión de días la decisión: emigrar a Estados Unidos con su esposa, sin problema alguno… o quedarse al lado de sus ancianos padres los cuales, sin él, quedarían peor de desvalidos. ¿Usted qué haría, señor lector, sabiendo como judío lo que ya se olía en el ambiente: el exterminio, la muerte?
Cuenta Viktor Frankl en su portentoso testimonio, que luego de vagar y llegar por una hora a la Iglesia de San Esteban, al regresar a su casa, vio un pequeño pedazo de mármol en las manos de su padre, el cual éste había recogido de los escombros de lo que había sido su sinagoga. Frankl pregunta a su padre qué es, a lo cual le contesta que es la primera letra en hebreo de los mandamientos de Moisés. En hebreo, es la única letra que dicta el inicio de este especial mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre, para que vivas por mucho tiempo en la tierra…” Viktor Frankl se quedó en la tierra del exterminio y salió con vida. Hizo lo correcto.
LETRAS MINÚSCULAS
¿Fortuita casualidad, milagro, señal del cielo? Usted tiene su mejor respuesta, señor lector.