La brevedad de la vida
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En estos tiempos violentos, urge detenernos a contemplar la belleza de las cosas más simples y disfrutar del amor de los nuestros
Séneca apuntó sobre la brevedad de la vida: “¿Qué va a pasar? Tú no tienes tiempo para nada y la vida corre; entretanto llega la muerte y para ella, quieras o no quieras, vas a tener todo el tiempo del mundo” y no erró al sentenciar: “Es muy corta y desasosegada la vida de aquellos que olvidan las cosas pasadas, descuidan las presentes, abrigan temores del porvenir: Cuando llegan al final, comprenden tarde cuánto tiempo han estado ocupados en no hacer nada”.
Continua el filósofo: “No tenemos un tiempo escaso, sino que lo perdemos mucho. La vida es lo bastante larga y para realizar las cosas más importantes se nos ha otorgado con generosidad, si se emplea bien toda ella. Pero si se desparrama en la ostentación y la dejadez, donde no se gasta en nada bueno, cuando al fin nos acosa el inevitable trance final, nos damos cuenta de que ha pasado una vida que no supimos que estaba pasando.
Es así, no recibimos una vida corta sino que la hacemos corta; no somos menesterosos de ella sino derrochadores”.
CONTRASTES
Es cierto, la vida es contraste: tragedia y comedia, pobreza y abundancia, salud y enfermedad, deleite y dolor, deseo e indigencia, luz y sombra. De eso se constituye y las personas continuamente intentamos salir bien libradas de estos dilemas. Sin embargo, en ocasiones el alma también es amenazada por otras agresiones que a la persona le impiden vivir gozosamente, embates que antaño ni en la imaginación de las personas existían.
Violencia, tensiones, inseguridad, búsqueda de competitividad, poder, dinero, ruido - mucho ruido -, pero sobretodo la rapidez en la que ahora se sobrevive, son ejemplos de esas realidades que secuestran al humano del siglo XXI, impidiendo que se desarrolle totalmente en armonía, evitando que disfrute enteramente del placer de vivir.
DEJAR PASAR
Cuenta una breve historia: “Ayer me dijo mi hijo, papá, quiero que tomes una foto al rosal que planté. Acaba de abrirse una rosa increíble. Yo le respondí: si hijo, mañana tomaremos esa foto.
Al día siguiente, la rosa no existía. El viento de la noche la deshojó en silencio. Cuando abrí la puerta del jardín, con la cámara en mano, dispuesto a hacer hoy lo que debí haber hecho ayer, era demasiado tarde. La mirada de mi hijo se me clavó en el alma”.
Efectivamente, andamos tan ocupados atendiendo lo urgente e intrascendente que dejamos para luego las cosas significativas de la vida. Hemos complicado la existencia. Tal vez hacemos mucho, pero tengo la impresión que disfrutamos poco de lo emprendido; mientras tanto, el tiempo se escurre como agua, y con él la existencia se escapa, sin tener ocasión de maravillarse de tantos placeres que son buenos y necesarios para seguir adelante, entusiastamente… Con el alma abierta. Desplegada.
ÉTICA DEL BIENESTAR
Para enredar el escenario convivimos con dos corrientes antagónicas que, siendo igualmente destructivas, confunden: por un lado con la postura que sostiene que en la vida no hay cabida para el gozo porque va en contra de algún tipo de moral, esta posición, represiva e intolerante, ve con malos ojos al placer humano. Por otro lado, existe el hedonismo que busca en el placer sensible el bien supremo, pero en fondo es también una invitación hacia la injusticia y la desintegración de la persona.
Sin pretender ser moralista creo que estas dos posturas abandonan la posibilidad de desarrollar una ética del bienestar, una moral del placer, pues saber disfrutar de los goces que engrandecen al alma no solo es lícito, sino además, es una finalidad de la vida; de hecho, de esto también consiste la existencia.
PEQUEÑOS PLACERES
Creo que antes había mejor calidad de vida porque la gente en verdad disfrutaba de los pequeños y sencillos acontecimientos. Es cierto, las personas vivían menos años, pero sospecho que más plenamente, ahora que se vive más años se tiende a abusar frenéticamente de todo y nos colmamos - hasta vaciarnos- de los “grandes placeres” ¡hasta que el cuerpo y la cartera aguanten!, pero pareciera que, finalmente, no hay verdaderos deleites en esta alocada carrera.
Antiguamente la gente no disfrutaba de luz eléctrica, pero dormía bien. Intuitivamente sabían que “para estar bien despiertos hacía falta estar bien dormidos”, y ahora el simple placer de descansar, de dormir apropiadamente, lo hemos enjaulado a una época específica del año: en las vacaciones. Razón por la cual muchos viven de mal humor, soñolientos, robándole horas al descanso para dedicarlas al trabajo, paradójicamente, siendo más improductivos.
Antes no había televisión, pero sÍ la posibilidad de contemplar las estrellas, de conversar con la noche, de hacerse preguntas y encontrar respuestas. Me parece curioso que ahora que sobran tantos medios exista mucho aburrimiento, pocos fines y bastante tiempo perdido.
‘SEMICHUPADOS’
En otras épocas la gente gozaba el alimento, ahora cuida con exceso la figura, hasta inmolarse, tal vez porque deseamos morir semichupados. Anteriormente, los guardarropas eran escuetos, sin extravagantes marcas, ahora muchas personas viven infelices porque siempre la moda - y sus marcas - van kilómetros adelante de cualquier presupuesto y talla.
Antes se vivía más sosegadamente, con las puertas abiertas y el alma también. Ahora, que infinidad de personas enfocan su vida exclusivamente para producir dinero, ven necesario cerrar las puertas para nos ser robadas. Dinero que luego será gastado para intentar recuperar, tardíamente, la salud y la familia, extraviadas en esa desenfrenada aventura.
Antes no había internet, pero la gente tenía ocasión de saborear frecuentemente un buen libro -no de esos que invitan a ser competitivos, efectivos-, de esas lecturas que suavizan el alma (algunos dirían “lecturas inútiles”)
Había mayor oportunidad de ganar el tiempo “gastándolo” en amigos o en pasatiempos que aquietaban el aliento como caminar, sentarse bajo la sombra del árbol con la única intención de escuchar el murmullo del viento, sentir la lluvia, conversar, compartir ideas, jugar algún juego de mesa o sencillamente disfrutar de ese silencio ahora casi inexistente. Hoy estamos distraídos: pasamos la vida, pero no la vivimos; tal vez no la valoramos lo suficiente.
UN POCO DE TODO
Indudablemente, es necesario trabajar y ser productivos, pero sospecho que lo seríamos más si balancearámos la vida, si viviéramos sin tanta rapidez y con menos enredos, si no dejáramos para mañana los encuentros trascendentales, si nos diésemos cuenta que no es necesario tanto para vivir, para reír con ganas.
Alguien dijo que las personas debemos gobernar al reloj y no al contrario, y es cierto, hay que hacerlo aliado y no verdugo. Insisto, sería bueno acomodar horas para disfrutar un ocio constructivo, estimulante, edificante: oír más música, leer pausadamente, contemplar más atardeceres y amaneceres, oler y paladar tranquilamente los alimentos, estar más en pareja, respirar a fondo sintiendo el aire pasear por los pulmones, jugar más tiempo con la vida, ser menos serios en nuestro peregrinar.
COMPRENDER TARDE
A nuestro alcance hay pequeños goces apasionantes, para disfrutarlos solamente acordémonos que “al final de nuestra vida también seremos juzgados por los placeres lícitos no gozados”.
Es una pena, ahora se opta por vivir muriendo, por trabajar sufriendo, por cumplir con miles de compromisos olvidando disfrutar el tiempo tal como llega, sin ambages. Pero, también, es aleccionadora la presencia de personas que comprenden que el alma debe ser alimentada con el gozo de vivir los pequeños grandes placeres que, gratuitamente, la existencia a todos regala.
En fin, sería bueno optar por fotografiar hoy mismo las rosas, no vaya a ser que mañana el viento de la noche se lleve sus pétalos, y que luego vivamos con la mirada de quienes nos aman clavada en lo más profundo del alma. Sería prudente comprender que “la vida de los ocupados en mil cosas es la más corta”.
Ante todo esto, sería también conveniente recordar la brevedad de la vida y saber que comprender tarde es como jamás haber comprendido y, por tanto, lo no disfrutado para siempre se va, como los pétalos de las rosas que vuelan ante la furia del viento.
cgutierrez@itesm.mx
Programa Emprendedor Tecnológico de Monterrey Campus Saltillo.