La carreta enfrente de las mulas
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Imaginemos por un momento cómo se vería (y funcionaría) una carreta que en lugar de tener a las mulas adelante para arrastrarla, las tuviera atrás.
Por más que sigamos distraídos por el aeropuerto, el tren, el huachicol sin culpables, la última ocurrencia de la 4T o Bartlett regañando a corruptos, hay que reconocer que por años un tema complejo para políticos y sociedad en general ha sido el de la inseguridad. Parece que en lo referente a la inseguridad la democracia sí funciona. La inseguridad no se limita a algunos. Lo mismo asaltan, roban, violan, abusan, secuestran al pobre que al rico. Te secuestran por 5 mil pesos o por 5 millones. De pronto las ejecuciones relacionadas al crimen organizado, que tanta atención y titulares han recibido por años, deben pasar a segundo plano ya que los gobernantes deben darse cuenta que la verdadera inseguridad para los ciudadanos de a pie es de otro tipo: está en las banquetas y en las calles, en sus casas y lugares de trabajo.
Los ciudadanos se sienten desamparados y a merced de autoridades y criminales (a veces son los mismos). De pronto los distintos órdenes de Gobierno se pelean por ver quién es el que convoca a la “cumbre anticrimen”, quién es el que propone la pena más severa, algunos no quieren coordinarse con otras autoridades y así seguimos viendo “palos de ciego” desde simples políticos hasta el Presidente, con todo y militares en las calles. Mucho rollo y faramalla, poca substancia y aplicación de la ley.
El Gobierno Federal gasta recursos económicos y políticos para defender a criminales sentenciados a muerte en Estados Unidos, donde no sólo hay penas duras, sino que se persigue y encuentra a los delincuentes, no se les suelta sin motivos suficientes y se le aplican las penas que por ley existen. Acá, seguimos pensando que lo que pongamos en un reglamento se hará realidad sin que autoridad alguna se preocupe por investigar, encontrar, juzgar, retener y castigar. Podemos aumentar las penas, poner cadena perpetua o pena de muerte al criminal y sus descendientes, pero si no sabemos (o peor aún, no nos interesa saber) quién es el criminal, pues la probabilidad de aplicar esas penas será cero. Estamos poniendo la carreta enfrente de las mulas. Mientras los únicos infractores que pagan son aquellos que circulan a 60 en zona de 40km/h, de nada servirá ponernos duros con las penas o las leyes.
La impunidad en México es un clásico ejemplo de la teoría de las ventanas rotas. Empiezo con grafiti, me uno a una pandilla, pleito con arma blanca, robo a Oxxo, asalto a peatón, robo de estéreo, robo de auto, robo en casa-habitación, asalto bancario, secuestro exprés, me uno a banda profesional de secuestradores y pego un gran golpe, después uno mayor, o bien, me hago gobernador y me ahorro tanta “escuela”. Al fin y al cabo, no hay quien investigue con seriedad y se atreva a perseguirme; si me llegan a encontrar, tal vez hasta encuentro la forma de sobornar a la autoridad. Si de casualidad me meten al bote, pues veo la forma de salir pronto y reintegrarme a mi vida “profesional”. Si no cortamos la “educación” del criminal al inicio, cada vez es más difícil y costoso. La teoría de las ventanas rotas nos dice que un vidrio roto que no se arregla solamente genera que el problema se recrudezca, hasta que todas las ventanas a su alrededor estén rotas. Hay que empezar por lo básico; primero el uno, después el dos y entender que las mulas van enfrente de la carreta y viendo hacia adelante.
*Texto basado en una columna publicada en este espacio en 2008.
@josedenigris
josedenigris@yahoo.com