Las mochilas de los hijos

Politicón
/ 25 enero 2020
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La “operación revisión de mochilas” ha provocado un debate. Es un tópico que toca los derechos humanos que implican el “derecho a la intimidad”. El debate gira en parte acerca del cuándo, el quién y bajo qué condiciones es justo investigar la mochila de un niño ya que él es una persona con derechos y con derecho a su intimidad.

Además, esta susodicha “operación” implica una serie de problemas: ¿quién va a hacer la inspección, la policía o los maestros?, ¿cuántos inspectores se requieren para todas las escuelas del estado?, ¿serán revisados también los preparatorianos, universitarios y demás alumnos?, ¿cuál será el costo en términos de inversión de tiempo y dinero?, ¿cuánto tiempo se requiere diariamente para revisar mil mochilas si la institución tiene mil alumnos? etc.

El objetivo de esta operación es controlar el ingreso de armas y evitar que se repita el fatídico suceso del Colegio Cervantes de Torreón. Algo muy loable. Sin embargo, asalta la duda de si será factible llevarlo a cabo de una manera permanente, ya no digo durante un sexenio, sino en todas las escuelas durante este semestre que apenas empieza.

En algunas instituciones escolares los maestros ya tienen la tarea (una tarea que no está incluida en su función magisterial) de recoger a los alumnos al llegar a la escuela para que no corran el peligro de ser secuestrados. Pero si se les añade la función de inspección de mochilas, se consolida la imagen del maestro-policía que sospecha de su alumno, en lugar del maestro-amigo que se preocupa del crecimiento, aprendizaje y desarrollo de su persona. La confianza se transforma en miedo.

El orden natural indica que los que tienen la tarea de saber qué llevan sus hijos en la mochila son sus padres. Ellos son los principales educadores de sus hijos. Su función no se reduce a la comida del cuerpo sino a la nutrición y desarrollo de la persona. La mochila no se reduce a cargar libros y cuadernos, sino al contenido de ellos: las tareas realizadas, los errores que hay que corregir, los avances que hay que reconocer los talentos que caracterizan individualmente al hijo y requieren un cultivo para florecer.

El atender el interior de la mochila de un hijo es una parte del cuidado que dan los padres a la dimensión íntima, invisible y dinámica de sus hijos. Significa comprender lo que lo emociona, descubrir sus fantasías e ideales, sus apasionamientos y su evolución, su caminar personal desde la niñez hasta su vida adulta. Aceptar que no es una fotografía inmutable, sino una libertad en movimiento, en crisis y aventuras, con valores, aprecios y desprecios diferentes o semejantes a los de sus padres.

La salud mental de los hijos depende del cuidado y atención que tienen los padres de este interior invisible y evolutivo de las mochilas mentales de sus hijos.

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