Mirador 07/06/18
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Por el camino iba el fabulista con su fábula.
Pensaba que la vendería en el mercado. Con el dinero que le produjera compraría gallinas que le darían huevos y pollos. Los vendería y se compraría una vaca. La vaca le daría terneros. Los vendería y se compraría una casa. Ya dueño de una casa no le sería difícil conseguirse una mujer.
En ese preciso instante una súbita ráfaga de viento le arrebató la fábula e hizo caer sus páginas en las aguas del turbulento río.
Adiós gallinas.
Adiós huevos y pollos.
Adiós vaca.
Adiós terneros.
Adiós casa y mujer…
Cerca de ahí una lechera sonreía con sonrisa aviesa.
¡Hasta mañana!...