Pantallas olímpicas
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El graderío cibernético tuvo extensión mundial.
El espectáculo de las competencias fue captado por los poderosos ojos de las cámaras cercanas que lanzaban la imagen por las redes de comunicación y hacia las antenas receptoras.
El destino final fue una pantalla enorme o diminuta, en toda la diversidad de dispositivos phone, pad, pod y computadoras portátiles. Juegos, partidos, encuentros y premiaciones eran contemplados por los espectadores del graderío virtual.
Todo estaba en el juego de ganar o perder. Todo estaba dirigido a alcanzar una medalla de bronce, plata u oro. No hubo medalla de diamante para premiar a quienes tuvieron un gesto como el de la corredora que prefirió atender a su adversaria caída y llegar en último lugar, después de recorrer los mil quinientos metros restantes, con el dolor de un ligamento roto.
El “más aprisa, más alto, más fuerte” del lema olímpico puso delante de muchos ojos acciones esforzadas en las que había una elección, una decisión, una concentración y una perseverancia. Se observó la sujeción voluntaria a reglas en cada disciplina deportiva y la aplicación de sanciones a los infractores.
Se vieron distintas realizaciones concretas de los atributos humanos, de las destrezas adquiridas, de los estilos contrastantes dentro de la diversidad de nacionalidades. La deportividad mostró su alegría, su camaradería, su reciedumbre y su habilidad.
Se exhibió una forma de ser humanos en lides sin enemistad, en la caballerosa y recíproca admiración que llevaba al abrazo al adversario y al sonriente apretón de manos. Los espectadores cercanos supieron aplaudir sin abucheo y callarse en los momentos de concentración.
Hubo esmero en un arbitraje de imparcialidades, con juzgadores casi invisibles que valoraban y calificaban. En el ambiente conmocionado de una nación, en situación política crítica y conflictiva, se encapsuló la fiesta olímpica en un ambiente celebrativo muy disfrutable para los participantes.
Las pantallas de todos tamaños se volvieron olímpicas en estos días que terminan. Muchos con ligeros atisbos, otros con larga sesión de parpadeo frente a los cambios de un control remoto con tactos casi telegráficos, no se quisieron perder este tiempo lúdico de emociones y entusiasmo.
Al mismo tiempo competencia y coordinación de equipo. Una emulación sin envidia. Un competir cada quien consigo mismo para un logro mayor dejó un buen sabor de humanidad recobrada en un mundo de oposiciones violentas que destruyen y apagan el polifacético y esplendoroso fulgor de la vida…Luferni