Posada internacional en Saltillo
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Es impresionante lo que sucede.
Llegan los migrantes con el padre Pantoja a participar en la posada de la Comunidad Parroquial Misionera San Pablo Apóstol. Él va nombrando los países. En el amplio templo parroquial se van levantando los nombrados mientras todos los asistentes aplauden en señal amistosa de bienvenida.
Se acompaña a los peregrinos con cánticos y rezos. Van por las calles cercanas pidiendo la posada en domicilios escogidos. Los huéspedes transitorios de la Casa del Migrante –los que van y los que ya vienen– tienen la oportunidad de participar en este evento conmemorativo de la fe común. Se sienten acogidos fraternalmente por la comunidad que, junto con su párroco Juan Manuel Ledezma, les ofrece después su platillo de discada y sus frijolitos en mesa compartida y les reparten sus bolos de fruta, dulces y chocolates.
Una preparación para la Navidad en estos días últimos del Adviento. Para ellos que sufren un penoso desplazamiento, de ida o de vuelta, estos momentos de convivencia eclesial consuelan su nostalgia por días mejores en que podían disfrutar, en familia, de los festejos navideños. Llevan el recuerdo de esta ciudad que ha sido para ellos un santuario de generosa hospitalidad.
Estamos ya en el vestíbulo de la Nochebuena. En la misa de gallo de las comunidades parroquiales se proclamará o cantará el pregón o calenda que anuncia el nacimiento del Salvador. En algunas se canta “Noche de paz” con las luces apagadas y con velas encendidas portadas en sus manos. La asistencia es de familias completas. Van con indumentaria de fiesta.
Tiene un significado especial el saludo de paz que multiplica los saludos de mano con sonrisas, los abrazos afectuosos y los besos de novios o de esposos. Un angelito, con alas desplegadas, lleva la imagen del niño y lo coloca en el pesebre.
La comunidad asistente ha participado en el banquete de la Palabra. Se contempla el misterio del amor del Padre que regala su Hijo a la Humanidad para que su sacrificio inocente pueda traer salvación a quienes la reciban con un corazón nuevo. Muchas personas han sido generosas en donaciones y visitas. Los jóvenes se han ido al campo. Han llevado a los ejidos ropa, alimentos y juguetes, y anuncian o representan, en chispeante pastorela, el misterio del amor redentor.
La cena de Navidad es un vértice de confluencia familiar. Algunos vienen de lejos. Hay migrantes que llegan estos días a sus hogares con regalos del otro lado y con ahorros de obsequio para todos. Muchos indigentes disfrutan de golosinas y comestibles que les hace llegar gente generosa. Hay también celebraciones en restaurantes con menús de temporada.
Desde la fe, la alegría navideña es profunda y original. Es el gozo indescriptible de saber que viene a la historia humana quién puede ser aceptado como Señor, Maestro, Salvador y Amigo que será vencedor de la muerte y ofrecerá a todos poder participar en esa victoria de su resurrección para una eterna plenitud de vida gloriosa como destino inmejorable.
“Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad”...