Resiliencia familiar

COMPARTIR
TEMAS
Estamos a la mitad del camino… del invierno. A la mitad de la estación más fría del año. Y además en plena cuesta de enero que en este año ha tenido una pendiente más vertical y más difícil de escalar. Acostumbrados a caminar en plano, en este mes tenemos que ser alpinistas. La vida se ha vuelto muy difícil, no sólo por la economía sino por la inseguridad de las personas, del empleo y del ingreso económico. La tensión y la ansiedad están latentes en cada hogar. Los conflictos y la violencia se intensifican y explotan en todas partes con mayor frecuencia.
No es solamente el frío del invierno, es el miedo y la incertidumbre las que producen un temblor y un temor ambiental. No es solamente un cambio natural de estación, es un cambio político, económico y administrativo. Son nuevos discursos, estrategias e ideologías diferentes portadoras de un cambio al que hay que adaptarse y que implican debates, confrontaciones y un clima mezclado de desconfianza, lealtad, sospecha y confusión del futuro.
La familia y especialmente la pareja conyugal que siente la responsabilidad del pan y sustento necesarios para caminar y escalar esta cumbre, cada día experimenta el estrés y la ansiedad del mañana, el temor de quebrarse como el hierro cuando ya no se puede doblar más, cuando el dinero ya no alcanza o las demandas se convierten en violencia física, verbal o mental. El 2020 se asoma, asusta y amenaza con su precariedad generalizada… y el amor y la solidaridad familiar se debilitan, huyen por la ventana o también se mantienen sin quebrarse.
La “resiliencia familiar” es esta resistencia que mantiene una familia a no quebrarse ante las dificultades extremas en las diferentes jornadas de su vivir, en los ciclos y estaciones por los que va transcurriendo su existencia: noviazgo, infancia, adolescencia, madurez, nido vacío. A estas etapas naturales hay que añadir los eventos inesperados como las enfermedades, las pérdidas de seguridad y confianza, y demás accidentes que aparecen en el camino.
¿Por qué algunas familias resisten y no se quiebran ante las dificultades extremas y otras rompen su “resiliencia” de manera definitiva? Un factor que influye de manera muy determinante es el “sistema de creencias” que tiene toda familia y que la mayoría de las veces es desconocida, pero influye en las conductas y decisiones que se toman todos los días. Este conjunto de creencias que incluyen, pero no se identifican ni se reducen a las religiosas, son las que interpretan las adversidades como catástrofes o como accidentes temporales que hay que enfrentar para salir adelante.
Las familias mexicanas están a la mitad de este invierno estacionario y político, van escalando las adversidades presentes. Las califican cada una a su manera: como transitorias y sexenales, como catastróficas e insuperables, como ideologías tóxicas o salvadoras, como necesarias o como unilateralmente ventajosas. Sin embargo, estas adversidades invernales no son las responsables de la permanencia o rompimiento de la resiliencia familiar.
Es la solidez y profundidad permanente de las creencias familiares las que la sostienen para aliviarla en sus adversidades. La fragilidad, la falta de fundamentación y las “ocurrencias” que prometen felicidades instantáneas son las nuevas sirenas que seducen y prometen las aventuras de una vida familiar “más divertida”.