Terminó el funeral
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¿Soy un aguafiestas? Yo creo que sí. ¿Soy un tipo negativo? Lo más probable, también. La verdad eso de “echarle ganas” a mí no se me da. El que debió de haberle echado ganas es el ahora excandidato del PAN (partido que huele a incienso, mirra y mortaja) a la gubernatura de Coahuila de los Moreira. En fin. Comenzamos. Aquí se lo platiqué machaconamente: de “elección histórica” como se decía todo el tiempo, a juicio de quien esto escribe, olía a funeral. El funeral se concretó en dos fechas dominicales: el 4 de junio, la elección, y el domingo 11 de junio, día en el cual le dieron la constancia de ganador a Miguel Ángel Riquelme del PRI (El Partido de los Vividores, pues).
Usted me dirá que esto aún no acaba por aquello de las demandas del PAN (el loser de Guillermo Anaya) y sus aliados en la impugnación de la elección. Es decir, ganar en la mesa de negociación política (ojo, no jurídica) una nueva convocatoria a elecciones, lo que no se ganó el día de las votaciones. Lamento entonces remachar lo que usted ha leído una y otra vez en mi pluma y en este generoso espacio de VANGUARDIA: con “memes” no se ganan elecciones, con tuits de odio y desprecio hacia el PRI, tampoco. Las votaciones no les interesaron, como aquí se lo dije, a los millennials afásicos (no pueden expresarse en palabras, sino en monitos, “memes”), ni a los ciudadanos. Con un 60 por ciento de votación ciudadana, apenas se superó eso llamado abstencionismo. Pero suficiente para que ganara el PRI.
Seamos francos, la campaña y propaganda negra de los gemelos Anaya (Guillermo y Ricardo) y su asesor ibérico, Solá, por segunda vez no pegó. Y le pagan en euros. Anaya no visitó todo el Estado en sus municipios. Es decir, había ciudadanos de primera, segunda y cuarta categoría para él. Confiado, perdió. ¿Era difícil saber lo que iba a pasar? A mi juicio, no. Como no tengo interés alguno en ningún candidato ni partido político, insisto, sólo me dedico a observar, escuchar, preguntar y se cuadra solo el puzle con los resultados siguientes: le dije que, raspada y todo, iba a ganar en Ramos Arizpe, Tita Flores (columna del lunes 29 de mayo). Ganó de calle y sobrada la dama. Cuando estaba la guerra electoral, pocas fueron las notas en la prensa sobre ella. Escasa la cobertura informativa, pero, Tita sólo hizo lo que tenía que hacer: trabajar, depredar el terreno y ganar votos. Así lo hizo. Se lo dije el jueves 25 de mayo: iba a ganar mi amigo Samuel Rodríguez Martínez su diputación. Así fue, ganó sobrado en el granero de votos de su distrito. Se lo dije en la columna “El cowboy vs. La burócrata” del mes de mayo, iba a ganar muy holgado Manolo Jiménez, así fue.
Esquina-bajan
Ni en sueños iba a ganar mi compañera de plana editorial los sábados, doña Esther Quintana. ¿Por qué entonces se equivocó tanto la encuesta que fue publicada aquí a ocho columnas un día antes de que se cerraran legalmente las campañas? No lo sé. Los finos editores de este diario, imagino ya tienen su análisis al respecto. ¿En qué me baso para mis apuestas de cubilete electoral, las cuales no he perdido hasta la fecha? Pues en lo que anteriormente le dije: en lo que llama Ryszard Kapuściński poner los cinco sentidos del periodista: estar, ver, oír, compartir, pensar.
Lo dije desde el año pasado en la columna del jueves 22 de diciembre (“Política de vecindario”): al barbilindo de Guillermo Anaya lo tenían medido y pesado; si iba a la urna, iba a perder. Perdió. En fin, yo no sé porque tanto dolor, lloro y crujir de dientes al día de hoy. También hoy, se pide la renuncia de los 7 Conejeros electorales del IEC. ¿Ya para qué? Cuando se ventiló públicamente una y otra vez su cercanía (Gabriela de León, Alejandro González y Gustavo Espinosa, al menos) con las autoridades de Gobierno y del PRI. En el mejor de los casos, supongamos, antes del 1 diciembre, fecha de toma de posesión del Gobernador electo, el Tribunal Federal Electoral dice que hay que anular la elección y reponerla. ¿De qué sirvió entonces su voto señor lector? De nada. Su voluntad en la urna se negoció o se está negociando en una mesa de políticos.
La sociedad está polarizada, pero para cambiar las cosas (PRI por PAN) había una forma de lograrlo: ir a votar el 4 de junio. Apenas un 60 por ciento con credencial, lo hizo. Y no olvide usted algo que pocos señalan: hay gente, la gran mayoría, por eso ganó pues, que vota siempre, siempre por el PRI. ¿No cuenta? Otra: como los del PAN son tibios, tuvieron la oportunidad de cambiar el curso de la historia el día de la marcha de la dignidad. Ese día se hubiese tomado Palacio de Gobierno, incendiado sus puertas y tenerlo como rehén simbólicamente igual que las instalaciones del IEC, al cual lo hubiesen remitido a cenizas. Pero nada, todo mundo habló de la “civilidad” y lo bien portado de los marchistas. Nada de groserías ni malas palabras, pues. Una marcha fresa. El funeral se completó. Puf.
Letras minúsculas
Yo, como el Duque de Orleans, cuando entrega a Juana de Arco para que la quemen viva los ingleses, le espeta socarrón a la doncella: no creo ni en Dios (el PAN) ni el diablo (PRI). Por eso jamás estoy decepcionado…