Un triple aguacero
COMPARTIR
TEMAS
Las gotas hacen un breve alto en el parabrisas antes de rodar.
Se fueron individualizando durante la caída desde la ennegrecida nube. Se harán corriente y charco. ¿Cuántas llegarán hasta el mar? Algunas se evaporarán con el sol para ser nube otra vez.
Sus golpes telegráficos en los domos y techos de lámina son un susurro mañanero que anuncia el bautismo del amanecer. Es la llovizna tempranera que llegará más tarde a ser aguacero. Se limpia la ciudad con estos remojones del verano.
Uno comentaba, mientras besaba la espuma de su capuchino, que debería también haber lluvias en la vida pública. El chubasco arrastraría las tres contaminaciones que todo mundo comenta. La de la ineptitud improvisadora que no aprende ni echando a perder. La de la corrupción es parecida a la basura que tapa las coladeras y convierte toda precipitación pluvial en inundación. Desde los orvallos tipo Galicia hasta las trombas estilo CDMX.
La tercera contaminación es la señaladísima impunidad. Quedan obsoletas las sanciones. Las de desembolso y las de cautiverio. Escasean las denuncias, tardan las sentencias y no se completan los plazos de separación y aislamiento. “Tormentas se requerirían”, opinaba el otro que tomaba, a traguitos, su café expreso en taza minúscula. “Con relámpagos y rayos y llovida a cántaros”, completa riendo el que prefirió nieve. No aclaran si será agua universitaria la que acabe con la ineptitud. Agua familiar y eclesial la que expulse la corrupción; y legislativa y policiaca la que borre la impunidad.
Bienvenida la lluvia veraniega que enriquece los mantos escondidos y permite regar los sembradíos aunque destroce también lo mal construido.
Esperemos que la sequía de esa triple lluvia mencionada en la charla de café no se prolongue por más generaciones. De esta generación ciudadana depende que se formen las nubes que traerán la tromba purificadora…