Prevenir, antes que castigar: esa es la idea fundamental
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Implementar medidas que eviten resultados indeseables tiene que estar basado, sobre todo, en la idea de prevenir tales resultados. El propósito central no puede ser la imposición de castigos a las personas, sino evitar que el resultado indeseado se registre.
Esta tiene que ser la idea central en la discusión alrededor de las propuestas que hoy se discuten en el Congreso del Estado y tienen como propósito endurecer las reglas relativas a la posibilidad de que una persona conduzca un automóvil bajo los influjos del alcohol.
Como se ha informado con anterioridad, en el Poder Legislativo de Coahuila existe una iniciativa para reformar las leyes de Transporte y Movilidad Sustentable y de Tránsito y Transporte locales, con el propósito de reducir los índices de alcoholemia permitidos en conductores.
Al respecto, se ha dicho que las nuevas reglas propuestas implican que prácticamente estaría prohibido ingerir cualquier cantidad de alcohol debido a que, dependiendo de la complexión, el peso y la tolerancia de cada persona, podrían dar positivo en la prueba con la ingesta de una sola cerveza o coctel.
Al respecto, como lo publicamos en esta edición, es necesario recordar, por ejemplo, que en el 67 por ciento de las muertes que se registran en accidentes y riñas en nuestro país está involucrado el alcohol, lo cual demuestra que se trata de un detonante de la mayor relevancia en este tipo de incidentes.
Por otra parte, de acuerdo con el director de la Facultad de Medicina de la UAdeC. Miguel Ángel Padilla Gámez, “ha habido un notable incremento en el consumo de bebidas alcohólicas y en edades cada vez menores, y también hay aumento en accidentes por personas que conducen en estado inconveniente”, lo cual vuelve no sólo deseable, sino necesaria, la implementación de medidas coercitivas más estrictas.
Se ha dicho antes, pero conviene reiterarlo: prohibir que una persona conduzca un vehículo cuando ha ingerido bebidas embriagantes no implica interferir en la libertad personal individual, sino actuar en beneficio de las terceras personas que pudieran resultar afectadas por dicha conducta.
Las estadísticas relativas a accidentes automovilísticos que producen muertes o secuelas permanentes demuestran con claridad, no solamente en nuestro País sino en el mundo entero, que los conductores alcoholizados constituyen un riesgo para el resto de las personas.
Por ello, la posibilidad de endurecer las reglas en contra de esta conducta debe ser discutida desde la perspectiva preventiva, es decir, desde la posibilidad de evitar que tengamos hogares enlutados o personas a las cuales se les trunca un proyecto de vida a causa de un accidente que pudo evitarse.
Prevenir accidentes y sus consecuencias tiene que estar en el centro de la discusión alrededor de las reglas que se han propuesto, y todos tendríamos que considerar, antes que cualquier argumento para oponernos a ellas, los casos de quienes han sufrido en carne propia las consecuencias de no contar con estas.