América Latina: ¿la democracia no da resultados?
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Más allá de polarizaciones políticas que llevan a calificar lo ocurrido en Bolivia como ‘golpe de estado’, o ‘insurrección popular’, existe un elemento común en las manifestaciones de América Latina: hay ‘decepción’ de la democracia
La agitación social puede atestiguarse de norte a sur y de este a oeste en América Latina. Lo mismo en las calles de México y Chile que en las de Bolivia, Venezuela y Ecuador, pasando por Brasil, Argentina, Nicaragua o El Salvador. Ningún lugar se libra de la efervescencia de un nueva ciudadanía que aprendió a exigir vigorosamente el acceso a sus derechos.
Tal agitación tiene al borde del colapso a los gobiernos de Chile y Ecuador, mantiene en tensión permanente a regímenes más bien dictatoriales como los de Venezuela y Nicaragua y ayer hizo colapsar a la administración que encabezaba Evo Morales en Bolivia.
Más allá de las polarizaciones políticas que llevan a calificar lo ocurrido en Bolivia como “golpe de estado”, o “insurrección popular”, lo cierto es que existe un elemento común a las manifestaciones que se registran en los diferentes países de América Latina: los ciudadanos se sienten “decepcionados” de la democracia.
La Corporación Latinobarómetro ha medido, desde 1995, el estado de ánimo de los latinoamericanos respecto de la democracia y, de acuerdo con su más reciente estudio, el apoyo de los latinoamericanos a ésta se encuentra en su punto más bajo: sólo 48 por ciento de los habitantes de la región considera que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno.
Esta es la sexta caída consecutiva que sufre este indicador en la última década, luego de alcanzar su punto más alto en 2010, cuando seis de cada diez latinoamericanos consideraron preferible a la democracia. En contraparte, 15 por ciento de las personas consideran que “en algunas circunstancias”, es preferible contar con un gobierno autoritario y otro 28 por ciento considera que da lo mismo democracia que autoritarismo.
¿Por qué los latinoamericanos estamos “decepcionados” de la democracia? La respuesta a dicha interrogante no es sencilla, desde luego, pero en términos generales podría resumirse en el hecho de que la desigualdad, el principal reto de todas las administraciones del mundo -independientemente de su signo ideológico-, sigue en el mismo lugar de hace décadas.
Y es que, salvo algunos chispazos de mejoría -la relevante disminución de la pobreza en Chile, o el avance en este rubro en México- lo cierto es que, en el mejor de los casos, la situación para la mayor parte de la población de nuestros países sigue igual que hace tres décadas cuando, a partir del denominado “consenso de Washington”, se adoptaron intensivamente políticas de “combate a la pobreza”.
De la Patagonia al río Bravo, las estampas de la desigualdad son el signo distintivo del paisaje latinoamericano y, pese al arribo de la “normalidad democrática”, que en las últimas dos décadas se ha traducido en la alternancia de gobiernos de derecha e izquierda en todos los países de la región, la situación sigue sin modificarse sustancialmente.
Lo de ayer en Bolivia es, ni duda cabe, un reflejo de la situación convulsa de Latinoamérica; una situación que difícilmente cambiará mientras la riqueza que producen los pueblos latinoamericanos siga siendo concentrada por unos pocos a expensas de la miseria de las mayorías.