Arte desde la raíz

Laila Castillo, luego de años de dedicarse a la docencia, encontró en el bordado una técnica artesanal que transportada al discurso artístico le permite como nadie en la región expresar sus propias inquietudes.

Dentro de sus exploraciones con el textil, materia prima de su obra, buscó un elemento que pudiera conectarla con su raíces en Saltillo y el ecosistema donde se asienta, pero a diferencia de otras áreas del país, en el desierto parecía no haber una ancestral tradición artesanal que pudiera servirle, hasta que encontró al ixtle.

“Era un área de paso y no había asentamientos humanos tan antiguos como para tener una tradición más sólida en cuestión de textiles”, comentó la artista en entrevista con VANGUARDIA.

Su búsqueda culminó al toparse con esta fibra —producto de la talla y secado de las hojas de plantas como la lechuguilla— cuando participó en las primeras etapas del proyecto “Desierto Complejo” del Museo del Desierto y la UAdeC, justo al tiempo en que la artista franco-mexicana Fabienne Guilbert comenzó su residencia con la Alianza Francesa en Saltillo, en marzo del año pasado, con quien Castillo colaboró.

“Para cuando vino Fabienne yo ya tenía ixtle, ya había ido a los ejidos y ya había empezado a hacer escultura con ixtle”, expresó, “porque bordarla me parecía muy rígida para usarla como hilo, pero cuando la empecé a desmenuzar me di cuenta que podía mantenerla en cierta forma si la amalgamaba con hilo y fue entonces que empecé a hacer escultura”.

Fue entonces que incluyó la tridimensión en su serie “Fibra/Entraña”, que inauguró el jueves pasado en la Alianza Francesa de Saltillo, donde también experimentó con esta aproximación al arte en su bordado, saliéndose de los límites del plano y llevando sus composiciones hacia el volumen.

“Después seguí colaborando con Desierto Complejo, de hecho una de las expediciones que hice fue con ellos allá a los petroglifos de General Cepeda”, comentó Laila, “al final no participé en esa exposición porque ya tenía en puerta esta individual y como no había mucha certeza en cuestión de fechas creí que se me empalmaría y tuve que tomar la dura decisión de participar en la colectiva o hacer mi serie en una individual”.

“No metí tanto la técnica de pintura en bordado, que había puesto en la serie pasada, sino que era algo más propositivo, un poco más conceptual y en las excursiones fui recolectando fibras, objetos y las apliqué sobre el lienzo con bordado. Hay dos que son esculturas propiamente y las demás tienen esta cuestión de la tridimensionalidad”, explicó.

Para ella, la relación entre la fibra y la entraña, base del discurso y el título mismo de la serie, radica en el lugar de donde obtiene el material.

“Es donde pasé gran parte de mi infancia y en el transcurso me invitan a participar en una muestra de muñecas artísticas en Monterrey con el tema de migración y es cuando hago la segunda pieza de ixtle, con el tema de migración y me di cuenta que ese ambiente en el que yo me había desenvuelto desde chiquita siempre estuvo marcado por agentes externos”, explicó.

“Y no nada más el desierto y la región de Coahuila, en realidad todas están marcadas por la migración, y cómo los agentes que se van integrando van modificando el comportamiento, las cualidades de un sistema en particular”, agregó.

Trabajar con el ixtle, estar consciente de su obtención y del papel que ha jugado en la cotidianidad de los mexicanos por siglos, le permitió darse cuenta que “tanto el entorno nos dicta conductas. Por eso la entraña, por eso escarbar a lo más profundo de la fibra, de la raíz, para entender qué pasa ahí abajo y entender porqué esa fibra está en donde está”.

“Todos tenemos una relación simbiótica para que funcione el sistema. Y los humanos, aunque pudiera parecer que estamos apartados, o que no somos conscientes, somos igual parte de ese sistema y en la medida en que nos demos cuenta qué tan unidos estamos creo que podremos solucionar bastantes problemas”, concluyó.