‘Carta al Padre’, Kafka
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En una época tan marcada por la violencia como es la actual, en donde a través de los distintos medios electrónicos es posible tener contacto a diario con escenas y actos de esa naturaleza, repetidos en los hogares hasta el cansancio, se vuelve pertinente, sumamente pertinente, poner en marcha los mecanismos que la atajen, como se señaló aquí en una colaboración anterior.
Tal es el caso de la prohibición legal de la agresión conocida como “nalgada”. Decíamos que un golpe que inicia, al parecer justificado, como inocua acción, puede llegar a convertirse en lo que hemos visto luego en los titulares de los noticiarios y periódicos: la muerte de infantes.
Al conocerse la noticia de la prohibición, muchos ciudadanos, entre ellos padres de familia, se volcaron en las redes sociales y dieron rienda suelta a la burla y algunos a su enojo. “¿Cómo es posible que se prohíba tan efectivo método de enseñanza?”, arguyeron. Y volvían a la carga recordando que ellos fueron tratados “con firmeza”, dando por sentado que gracias a ese trato “decidido” se convirtieron en “hombres y mujeres de bien”.
En “Carta al Padre y Otros”, el escritor Franz Kafka dirige a su propio padre, en un conmovedor texto, la respuesta a la pregunta de aquel de por qué le tiene miedo. En ella, Kafka, ya adulto, reflexiona en el tipo de relación que llevó con su padre siendo un niño y recuerda episodios que lo hicieron sentir muy mal, debido al carácter violento de su progenitor. Este, hombre expansivo se dejaba llevar por la ira al toparse con la timidez de su hijo. Un niño temeroso, se describe Kafka. Un niño mimado por su madre, dice, pero no especialmente rebelde.
El hombre, ocupado en sus negocios, veía al niño solo una vez al día y de ahí que, recuerda Kafka, le produjera una intensa impresión. La carta presenta detalladamente los momentos de angustia a los que fue sometido el niño que sentía un grande contraste entre el padre y él. Aquél, fornido, alto, ancho de espaldas; el pequeño, “delgado, esmirriado, débil”.
Pero si bien el físico le hacía sentir enorme la distancia con su padre, lo era todavía más cuando aquel se imponía y se burlaba de cualesquiera de las cosas por las cuales el joven podría sentirse orgulloso. Así, todo lo recibía con escepticismo y golpeteo en la mesa con los dedos. “He visto cosas mejores”. “No me vengas con cuentos”. “¿Qué ganarás con eso?” o “¡Vaya acontecimiento!”.
Había insultos, calumnias y humillaciones si el
joven Kafka demostrase interés por una persona. Ese era el sistema educador del padre de Kafka, a quien regañaba en la mesa y obligaba a comer
educadamente. Pero él mismo no lo hacía: criticaba a la cocinera, comía de prisa, partía los huesos con los dientes o sorbía el vinagre.
Un párrafo que no tiene desperdicio, que en las palabras de Kafka dirigidas a su padre dan claro reflejo de su padecimiento en aquellos primeros años de vida.
“Una noche no cesaba de lloriquear pidiendo agua. Seguramente no lo hacía impulsado por la sed, sino puede ser que por incomodar y por distraerme. Como tus gritos de amenaza no producían efecto, me sacaste de la cama, me llevaste a la terraza y ahí me dejaste un rato solo, en camisón, ante la puerta cerrada”.
El escritor deja registro de su pensamiento. “Quizá esa acción fuese la única forma de restablecer la calma nocturna”, y al tratar de definir aquel sistema educativo y el efecto que produjo en él:
“Con seguridad a continuación me mostré obediente, pero anteriormente quedé herido. Por mi forma de ser, jamás pude relacionar la justa proporción entre dos hechos: la falta de pedir agua sin más ni más, para mí natural, y el castigo excesivamente doloroso de que me sacasen fuera”. Aquel episodio le hizo pensar que una noche cualquiera, sin motivo, el “hombre gigantesco que era mi padre” le levantara de la cama y lo llevara a la terraza.
Eso, concluye de este episodio, significaba que “yo no era absolutamente nada para él”.
En “Carta a mi Padre”. Kafka reflexiona: “No puedo creer que una palabra comprensiva, una mano tendida en silencio, una mirada dulce no hubiera obtenido todo de mí”.
Razones y reflexión.