De tlatoanis y organizaciones ciudadanas
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Estamos viviendo tiempos de liderazgos populistas que utilizan un lenguaje sencillo y parecen ajenos a razonamientos y matices, que no buscan convencer a sus adversarios sino a seducir a sus seguidores, cansados de los programas y proyectos de políticos muy estudiados y técnicamente preparados. Importa poco argumentar, el líder dice que lo bueno se debe a nosotros y a él; y lo malo es culpa del gobierno o de la oposición, dependiendo de qué lado se encuentre el líder y nuestros estados de ánimo.
No es una cuestión ideológica o doctrinal, eso es lo de menos. Se trata de capitalizar el hartazgo, por eso se menosprecia y ridiculiza a los adversarios. El líder populista centra toda la atención en él. Polemiza, enfrenta, festeja y se autoelogia. Necesita adversarios, debe ser el centro del debate. Se está con él o en contra de él. Se acepta todo, menos la indiferencia y las medias tintas.
La democracia liberal occidental está pasando por momentos muy difíciles, su sobrevivencia está en juego. El epicentro de su crisis está en Estados Unidos, Rusia, Brasil y México. Alemania y el Reino Unido se encuentran en plena resistencia. Francia y España parecen haberla superado, pero no pueden ni deben bajar la guardia. En Italia la crisis ha sido y es el pan de cada elección presidencial.
En México nadie personifica mejor este fenómeno que Andrés Manuel López Obrador. Le estorbaba el PRD y lo hizo a un lado para lanzar su propio movimiento. Morena gira en torno a Andrés Manuel, se justifica y agota en su persona. Su apuesta fue exitosa, el PRD está a punto de desaparecer y Morena está en los cuernos de la luna. En el PRD creyeron que la organización sería más fuerte que el individuo, se equivocaron. El PRD de “los Chuchos” cedió al canto de las sirenas de sus adversarios: “sean una izquierda moderna y constructiva”, aceptaron y fracasaron. La sociedad se cansó de los malos gobiernos, de la corrupción, la violencia y la inseguridad y apostó por la democracia en apoyo del mensaje populista, mientras la derecha democrática resultó poco más que mediocre.
López Obrador ya está en el poder, con la oposición pulverizada y desacreditada parece no tener contrapeso. Su aceptación roza el 75 por ciento, incluso después de cancelar el proyecto del NAIM. ¿Qué sigue ahora? Ya se vislumbra un poco lo que está por venir: un clima de polarización absoluta, de blanco y negro y muy poco de gris, conforme a la estrategia del populista; y sus adversarios caen redonditos. Difícilmente se podrá ganar a una personalidad tan fuerte, desde grupos organizados y colectivos. Esperemos que el límite lo imponga la democracia, imperfecta como la nuestra, pero democracia al fin.
Las agrupaciones sociales, en cualquiera de sus presentaciones resultan abstractas, aburridas y frías. Se ven obligadas a dar juego y poder a sus grupos internos, la tortuosa burocracia es su marca distintiva. El líder populista, por el contrario, es ágil, apela directamente al pueblo y no necesita intermediarios. Mientras la democracia liberal y sus instituciones, tan débiles en México, vivan en la adversidad sólo una personalidad fuerte podrá contrapesar al poder carismático de López Obrador. No es lo deseable ni lo mejor, es lo que es.
AMLO tendrá dos contrapesos: primero los internos en Morena que ya pelean la sucesión presidencial del 2024; y pronto verá el contrapeso de un líder que represente a la democracia liberal, al centro.
Sea quien sea ese líder y su movimiento, tendrá sobre el PAN el mismo efecto que AMLO tuvo sobre el PRD, próximo a desaparecer. El PAN está adentrándose en una turbulencia de proporciones épicas y parece no percatarse de ello. Ricardo Anaya está desaparecido, su presidente y sus líderes se montan en una crítica irracional contra López Obrador, perdidos en la política gremial, se niegan a reconocer su desprestigio, peor, la indiferencia que ya genera en muchos.
Estamos en tiempos de populistas. Nos adentramos a una de lucha entre personajes con fuerte liderazgo y sus respectivos movimientos. Decimos adiós a las instituciones sin haberlas perfeccionado nunca. Serán seis o más años, no lo sabemos. Nos corresponde resistir en el centro y en la razón, frente a la polarización y la sinrazón que habrán de abanderar los extremos polarizados.
@chuyramirezr
Facebook: Chuy Ramírez