¿Deben tener tareas?
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Ya están nuestros hijos de regreso a clases y después de varias semanas de vacaciones nos enfrentamos con la resistencia de las rutinas de la escuela. Hay que levantarlos temprano, que hagan su higiene matutina, se vistan y desayunen. Y al regresar de la escuela deben comer, asistir a sus actividades extracurriculares y cumplir con el deber de hacer sus tareas. Quizá este es el dolor de cabeza mayor de los padres: convencer y supervisar que sus hijos realicen sus actividades académicas. No hay día que el niño olvide anotarla o dejar sus útiles en la escuela. Otros dirán que la maestra no encargo tarea y otros sencillamente no la quieren hacer ya que quieren estar conectados con los videojuegos o redes sociales.
Ante esta batalla diaria, algunas escuelas han decidido eliminarlas ya que están cansados de las quejas de los papás o porque ellos mismos la hacen para no pelear contra sus hijos. Otras escuelas las han convencido de que las tareas reducen el tiempo de convivencia con la familia o para que puedan desarrollar su máximo potencial realizando actividades deportivas, académicas o artísticas. Sé que hay muchas excusas para eliminar las tareas dentro de las actividades escolares. Algunos expertos en educación pueden considerar la tarea hasta una estrategia antipedagógica que va en contra de algún derecho de los niños. Soy sabedor que la mayor culpa la tienen las escuelas que no diseñan adecuadamente las tareas y muchos padres terminan haciéndola porque su hijo no puede o son muy extensas.
Las tareas escolares son el factor más importante para que el niño y el adolescente tengan un aprendizaje permanente y puedan transferir su conocimiento en contenidos académicos de mayor exigencia. ¿Por qué el niño necesita aprenderse las tablas de multiplicar? La misión del maestro es presentar el contenido, explicarlo y ejercitarlo en clase para comprobar si lo comprendieron sus alumnos. Pero no hay tiempo para dominarlo y por esta razón el maestro encarga que el niño se aprenda la tabla del 3 para el día de mañana. Al llegar a casa su hijo se sentará, abrirá la liberta que tiene la tabla del 3 y que el maestro la explicó en clase y su deber es memorizarla: la repite en voz alta, la escribe 10 veces, la canta o hace tarjetas de memorama para recordarla. Y después, le pide a su mamá que se la pregunte y, si no la sabe, regresa nuevamente a su recámara para seguirla repitiendo hasta aprendérsela. ¿Por qué la tiene aprender y memorizar? Porque cuando aprenda la operación aritmética de la división tendrá de dominarla para resolver estos problemas. Y no solamente debe saber muy bien a multiplicar, sino también sumar y restar para que integre todas las operaciones en la división.
¿Por qué el 70 por ciento de nuestros estudiantes de primaria, según la prueba Planea, reprobaron el área de Matemáticas? La respuesta es que hay un serio problema de lectura de comprensión y de mecanización de operaciones aritméticas. Y si revisamos las libretas de los niños, encontraremos muy pocas tareas para que practiquen. Hacer tareas no solamente ayuda al dominio del conocimiento o de la habilidad sino además desarrollan las virtudes de la responsabilidad, trabajo duro, persistencia, retraso de la gratificación y merecimiento a logros significativos. La tarea es un “deber y responsabilidad” que hay que cumplirla, independientemente de la motivación y el deseo. El niño se enfrentará durante su vida a una gran cantidad de obligaciones que debe cumplir y no podrá decir: “Es que no tengo ganas”. En pocas palabras, la tarea escolar es un factor importantísimo para el dominio e incremento académico que fortalece su carácter a través del cumplimiento de su deber.
jesus.amaya@udem.edu