Dicotomía en espera
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–¿Qué quiere decir “dicotomía perversa”? –preguntó un joven a su maestro de español–.
–Una dicotomía es una afirmación que tiene dos partes, dos enunciados, dos propuestas que pueden ser una falsa y otra verdadera –respondió el maestro. Y añadió– es una manera de clasificar las acciones, los pensamientos o los sentimientos. Sin embargo no siempre es tan clara. ¿Quién te habló de ‘dicotomía perversa’?–.
–El Papa Francisco la dijo en el monumento a las víctimas de la guerra en Tokio, Japón.
–Había una Segunda Guerra Mundial –explicó el maestro– y los países aliados arrojaron dos bombas atómicas en Japón. Se acabó la guerra, los japoneses se rindieron y empezó la paz en el mundo.
-¿Cuando fue eso?
–En agosto de 1945. Fue una dicotomía perversa de dos partes: guerra y paz, matar y vivir, triunfar y perder. Fue tan perversa que murieron millones de inocentes.
–Pero hoy estamos en 2019. Y esa “dicotomía perversa” no ha terminado. Seguimos divididos entre aliados y enemigos, asesinos e inocentes, poderosos y miserables –comentó el joven, que como todos, dice sus verdades sin contaminaciones mentales de adultos.
Ese maestro había aprendido a escuchar las verdades y dudas de sus alumnos. Se había propuesto educarlos en la realidad de la vida de todos los días
y descubrir junto con ellos nuevos caminos.
-Sí. La guerra es perversa, la violencia destruye, no sólo hiere el cuerpo, daña profundamente al espíritu humano. Lo lleva a creer que la guerra es heroica. Que la vida, los pueblos y las familias se dividen en dos clases: amigos y enemigos. Que el único camino son las amenazas, los castigos, las armas y las matanzas.
Pero la dicotomía indica solamente los polos del problema -siguió el maestro–. Tú y yo, y todo el mundo, y los políticos, empresarios, educadores, religiosos, padres y madres de familia no sólo estamos contaminados de innumerables formas de violencia, de poder, de ganancias arbitrarias, sino que tenemos miedo construir la paz. Queremos lograrla sin perder o conquistar los privilegios que no tenemos o que ya disfrutamos. Y vivimos en nuestra nación con una mentalidad de guerra silenciosa, mantenemos en nuestras relaciones una actitud beligerante de manera solapada, vivimos todos en una dicotomía que consideramos benéfica aunque destruye el todo.
Hoy nuestra Patria está atemorizada por la inseguridad, que no es otra cosa que la ausencia de paz. La clasificación de “chairos y fifís” es una dicotomía que está creando un abismo de odio muy grave en el País. Será una estrategia política para consolidar el poder pero es un odio creciente que genera no una ingenua rivalidad deportiva, sino una guerra perversa.
La Navidad cristiana, que se avecina, no va a hacer ningún milagro aunque seamos muy creyentes si no promovemos un serio compromiso de construir la actitud de confianza recíproca, de reconciliación y fraternidad. Es un esfuerzo por tomar conciencia de nuestra inclinación a la guerra y una necesaria autorreforma personal que inicie un diálogo con el “enemigo”. Es el principio de otro camino, es el camino del Príncipe de la Paz que murió para que esperáramos una dicotomía de fraternidad.