Economía de tercera, gobierno de cuarta, pero eso sí, problemas de primer mundo
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Para regocijo de todos los white-xicans, sepa que la sociedad mexicana es casi un reflejo exacto de la norteamericana.
La única diferencia son las comodidades que del otro lado pueden procurarse gracias a su poder adquisitivo, ganado con sangre derramada en países que ni siquiera podemos ubicar en el mapa. Por eso el gringo le rinde tanta pleitesía a sus tropas, porque pelean por defender la libertad y la democracia (si entendemos por libertad el consumismo y por democracia la autocomplacencia).
Fuera de eso, no percibo notables discrepancias: ambas sociedades están en su amplia base enajenadas (saturadas de datos erráticos, pero escasamente informadas); profundamente escindidas en bandos ideológicamente irreconciliables, y más preocupadas por conservar o incrementar su poder adquisitivo individual que por el bienestar social.
Hoy que EU está convulsionado, por incontables brotes violentos tras el deceso del ciudadano afroamericano George Floyd a manos del Estado (un oficial de policía irónicamente apellidado Chauvin), me doy cuenta que ni nuestros vecinos, con todos los años que llevan arrogándose el título mundial de la defensa democrática, están exentos de las estratagemas con que los gobiernos dividen a la población con tal de que ésta jamás pueda organizarse en un frente común capaz de confrontar al poder.
Para empezar, al día de hoy, de éste y del otro lado del Río, tenemos sendos presidentes que se caracterizan por hablar mucho, a diario y de todo, expresando todo lo que se les ocurre excepto lo que su liderazgo les obligaría a decir.
El discurso de Trump y AMLO es cualquier cosa, menos conciliador. Sus pronunciamientos lejos de llamar a la unidad, son auténticas provocaciones para que sus incondicionales defiendan su proyecto y visión a costa de lo que sea. Sí, de lo que sea, incluso de la razón.
Los medios de comunicación tradicionales o “formales” son ante todo empresas cuya principal razón de ser es la obtención de dividendos y, con respecto a sus políticas y directrices éticas, éstas son parte de su paquete de servicios en venta. Pero, ante todo, su misión en el mundo parece ser sobrecargar a la sociedad, a la que dicen servir, y confundirla.
Durante las recientes protestas en diversas ciudades de Estados Unidos, llamó mi atención la proliferación de videos de gente blanca (algunos presuntamente oficiales de policía), causando destrozos e incitando a la violencia, en contraste con las genuinas manifestaciones que buscarían mostrar su indignación de manera pacífica.
Esto inevitablemente me hizo evocar las marchas de reivindicación feminista en Latinoamérica y otros movimientos en los que infiltrados (usualmente agentes encapuchados de presuntos grupos al servicio de los gobiernos) se dedican a sembrar caos para desprestigio y descrédito de los manifestantes y sus causas.
Así como lo lee, ya le digo, por más que Estados Unidos quiera poner sana distancia entre su blanca, linda y aséptica sociedad y el resto del mundo, lo cierto es que están tan vulnerables y expuestos a la manipulación como la nación más atrasada del continente sudamericano, al que voltean a ver con desprecio y con ganas de quitarle el apellido “América”, que se piensan que es de su uso exclusivo.
Y nosotros, mexicanos, que nos sentimos pobres pero honrados; del barrio aunque de buenos sentimientos; raza de bronce, pero eso sí, muy limpios… quiero decir que muchas veces nos reconfortamos en una recóndita sensación de superioridad moral desde la cual condenamos el racismo gringo, aunque mucho me temo que tampoco tenemos de que ufanarnos.
Cualquier estudio serio y bien ejecutado demostrará sin problemas el abismo que existe entre las oportunidades que en este país gozan las personas blancas en contraste con las morenas.
Es tan increíble como vergonzoso lo fácil que en México se abren las puertas para las mujeres “güeras” a diferencia de lo que ocurre con las de tez morena.
Y si piensa que allí para la cosa, le comento que la población de piel oscura o indígena, simplemente no existe.
Como un sencillo ejercicio, querido lector, coménteme cuántas personas indígenas cursaron la carrera con usted en la Universidad. En mi generación el porcentaje era cero.
Sucede que el problema del racismo en México está tan incorporado que es, la mayoría de las veces, invisible, lo que no quiere decir que sea menos ignominioso que el asesinato de afroamericanos a manos de un policía supremacista.
Las protestas (violentas y pacíficas) en Estados Unidos son un asunto eminentemente racial, para vergüenza de todos, a más de medio siglo del asesinato del doctor Martin Luther King Jr.
Así como las protestas “anti-AMLO”, hechas por la élite whitexican desde la comodidad de sus privilegios.
Y ojo, no es que AMLO sea un presidente inobjetable. ¡Al contrario! ¡Hay que tundirle y todos los días por algo diferente!
Pero la innegable naturaleza de las “marchas fifí” pone de manifiesto la cara blanca y lavada de México, una que desprecia las tonalidades más autóctonas del pantone étnico.
Así que, todos aquellos con aspiraciones primermundistas, siéntanse gratificados, pues si no compartimos todos los beneficios de la nación más poderosa del mundo, al menos sí tenemos mucha problemática en común y pues… ya es algo, ¿no?