El INE y el Fraude Electoral
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El pasado 31 de marzo, un México sin sorpresa leyó en la revista Bloomberg-Businessweek que Andrés Sepúlveda, pirata informático de origen colombiano, había intervenido la elección de 2012 para asegurar la victoria de Enrique Peña Nieto.
Con un presupuesto de 600 mil dólares, Sepúlveda encabezó “un equipo de seis hackers que robaron estrategias de campaña, manipularon redes sociales para crear falsos sentimientos de entusiasmo y escarnio, e instalaron spyware en sedes de campaña de la oposición”, para facilitar la llegada de Peña Nieto a la Presidencia de la República.
Con este hecho, Sepúlveda demuestra que las técnicas para activar el fraude electoral están ligadas al desarrollo informático y tecnológico más sofisticado.
Estas prácticas, sin embargo, coexisten con las viejas técnicas instauradas desde 1929 por el PRI y, luego refinadas por el resto de los partidos políticos: “La compra de credenciales”, “el acarreo”, “los muertos vivientes”, “el ratón loco”, “el tamal”, “el carrusel”, o la simple, pero siempre efectiva “caída del sistema”.
Con dificultades, el INE ha creado una cultura de capacitación y observancia electoral que dificulta el fraude mediante estas viejas prácticas que prevalecen en las zonas rurales e indígenas, donde habitan 17 millones de mexicanos pobres.
Por el contrario, en las zonas urbanas, donde viven 38.7 millones de mexicanos marginados, predomina el uso de la ingeniería social y cibernética. Y en ese espacio, el INE brilla por su ausencia.
Ahí, los partidos buscan implementar una sólida estructura con dos dimensiones: El empate entre padrón de beneficiarios de programas sociales con el padrón de los militantes del partido. Y, una armazón que ordene dicho empate en territorio para incluir el Distrito Electoral, el Sector, el Bloque, la Coordinación de Zona, las Coordinadoras de Promotoras del Sector y los Beneficiarios. El uso de modelos estadísticos y georeferenciados actualiza, monitorea y perfecciona el funcionamiento de dicha estructura.
Por otra parte, la cibernética es útil para posicionar al partido o candidatos en redes sociales y emprender “guerras sucias” contra sus adversarios. El hacker colombiano es un claro recordatorio de ello.
Por lo tanto, la pregunta es: ¿Podrá el INE algún día eliminar el uso de viejas y nuevas técnicas de fraude electoral?