Humberto Moreira: ¿prestigio a prueba de todo?
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¿Por qué una porción de saltillenses consideran que el exgobernador sería la mejor opción para gobernar nuestra ciudad en el futuro próximo?
A pocos puede sorprender que la metodología científica permita constatar lo que cualquiera opina en las calles de nuestra ciudad: que el exmandatario estatal Humberto Moreira Valdés, de presentarse como candidato a un cargo de elección popular, ganaría los comicios.
Y a nadie puede sorprender tal cosa, porque se trata de un reconocimiento más o menos generalizado, incluso entre los críticos de también exdirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional.
Por lo demás, tampoco estamos hablando de un fenómeno extraño en la vida política de México o de América Latina.
No es precisamente una regla, pero existen suficientes casos como para documentar el pesimismo: el más cercano a nosotros es el de Hilario Ramírez Villanueva, presidente municipal de San Blas, Nayarit, quien durante su más reciente campaña electoral confesó haber robado dinero de las arcas públicas -durante la primera ocasión en la cual fungió como Alcalde- y a pesar de ello recibió el apoyo mayoritario de sus conciudadanos en las urnas.
En el sur del continente pueden citarse los casos de Carlos Saúl Menem y Alan García: el primero casi logra recuperar la Presidencia de Argentina pese a que, tras su mandato, aquella nación atravesó una profunda crisis económica; el segundo volvió a gobernar su país pese a que su primer mandato estuvo caracterizado por la crisis económica, el crecimiento del terrorismo y las acusaciones de corrupción.
Ahora mismo, una hija de Alberto Fujimori, Keiko, se ubica como la ganadora de la primera vuelta electoral en Perú, a pesar de la herencia de su padre, quien se encuentra en prisión purgando una pena de 25 años tras ser encontrado culpable de crímenes de lesa humanidad.
Pero el que no constituya novedad que un individuo rodeado por el escándalo pueda seguir siendo “querido” por la población, al grado de considerar deseable su retorno al poder, no implica que deba parecernos un hecho “normal” o aceptable.
Hoy parece claro, más allá de toda duda, que durante la administración de Humberto Moreira no solamente se perpetraron algunos de los actos de corrupción más escandalosos de la historia moderna de Coahuila, sino también se permitió el avance de la delincuencia al grado de prácticamente haber “entregado” a los grupos criminales el territorio estatal.
Frente a tales hechos, resulta obligado preguntarnos por qué una porción importante de los habitantes de Saltillo considerarían que el exmandatario estatal -junto con su equipo de “colaboradores”- sería la mejor opción para gobernar nuestra ciudad en el futuro próximo.
La respuesta a la interrogante anterior no solamente respondería la pregunta de por qué Humberto Moreira sigue pareciendo un individuo virtuoso a la vista de muchos; también nos dejaría claro por qué la corrupción, el despotismo y el abuso de poder siguen siendo conductas cuya práctica se encuentra tan extendida y gozan de impunidad en nuestras comunidades.