Júbilo en la festividad de Santa María
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El mes de octubre lo dedica el mundo católico a la santísima virgen Santa María del Rosario. La comunidad que habita la antigua hacienda de Santa María, en el vecino municipio de Ramos Arizpe, festeja este domingo, primero de octubre, su fiesta patronal. Y por primera vez en varias décadas, celebra a su santa patrona con verdadero júbilo.
Baluarte de la exhacienda ha sido ya casi por 300 años su pequeña iglesia, conocida como la Capilla de Santa María. Su exterior, de humildes muros externos enjarrados, vieja puerta de dos hojas y arriba la ventana del coro con su reja de madera; el campanario, que se eleva al cielo al costado derecho; y al frente, el atrio empedrado, con barda y contrafuertes de adobe. Esta humilde construcción ha sido la imagen que domina el paisaje del antiguo casco de la hacienda. Visto a la distancia, su campanario sobresale en el horizonte, anunciando la presencia del conjunto de antiguas construcciones atrapado entre las naves industriales de las empresas asentadas a su alrededor. Las viejas construcciones al lado y enfrente de la capilla luchan también por su supervivencia. Sus muros sostienen una dura batalla por mantenerse en pie frente a los embates del tiempo y, muchas veces hasta por el abandono de los propietarios, quienes hace años emigraron en busca de mejores condiciones de vida al quedarse sin agua la hacienda. A pesar de todo, todavía permanecen en pie.
Hoy es día de júbilo, por la festividad de Santa María del Rosario, patrona de la exhacienda del mismo nombre, y por la obra de restauración de su capilla. El año pasado, el entonces alcalde de Ramos Arizpe, Ricardo Aguirre Gutiérrez, al momento de anunciar el monto del presupuesto de la Federación, el Estado y el Municipio para la obra de restauración de la capilla, se refirió también a la posibilidad de aumentar la inversión con la rehabilitación del camino a la hacienda y la restauración de los bienes de este pequeño y antiguo recinto religioso.
Hace ya muchos años que el interior de la capilla de Santa María luce prácticamente vacío. Su patrimonio religioso fue recogido por las autoridades eclesiásticas y hoy todavía está en su custodia. Hace varias décadas, la diócesis decidió guardar en otro lugar, a fin de resguardarlas, algunas piezas de arte y objetos del ministerio religioso pertenecientes a la capilla, ante el riesgo de que se perdieran, como al parecer había sucedido con algunas piezas con que la habían dotado los propietarios de la próspera hacienda y molino de Santa María. Ojalá que las antiguas pinturas que representaban escenas marianas vuelvan a cubrir los agujeros vacíos en los retablos de la capilla.
Ojalá que regresen a poblar sus nichos las imágenes de bulto, como una antigua talla de Santa Ana, seguramente puesta ahí por la devoción de doña Ana María de Almandos, esposa del don Prudencio de Orobio, propietario de la hacienda en tiempos de la edificación de la capilla y, ojalá, una vez restaurada, vuelvan a su sacristía los objetos del ministerio religioso sobrevivientes, que en los primeros tiempos de la iglesia fueron riquísimos. Ojalá que ahora sí podamos verla de nuevo lucir el esplendor de sus humildes galas de adobe y madera, materiales principales de su construcción, que le han dado personalidad y la identifican con su entorno desde que en 1721 la acabó el maestro canterero Manuel de Peña, según la leyenda que se lee en una de las vigas del techo.
Independientemente de si en ella ofició o no su última misa el cura don Miguel Hidalgo y Costilla un día antes de ser aprehendido en Acatita de Baján, la pequeña iglesia merece ser rescatada del olvido por su antigüedad y por la historia que guardan sus casi 300 años de vida.