Mirador 20/06/20
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Me gustan mucho las sobremesas en la cocina del Potrero de Ábrego, las conversaciones que se hacen después de la comida o de la cena.
En ellas escucho relatos más sabrosos aún que las deliciosas viandas de la mesa campesina.
Anoche don Abundio narró cómo hizo doña Rosa, su mujer, para deshacerse de la profusa parentela, tanto de ella como de él, que frecuentemente llegaba de la ciudad a visitarlos en el rancho, con mengua de su tranquilidad y su despensa.
En pocas palabras explicó el socarrón viejo lo que había hecho su señora para ahuyentar de una vez por todas a los asiduos y molestos huéspedes:
-A los parientes ricos les pidió dinero prestado, y a los parientes pobres les prestó dinero. Ni unos ni otros volvieron a venir.
Doña Rosa menea la cabeza y dice con enojo:
-Viejo hablador.
Don Abundio hace la señal de la cruz con los dedos índice y pulgar, se los lleva a los labios y jura con solemnidad:
-Por ésta.
¡Hasta mañana!...