No he aprendido a vivir
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Me sorprendieron sus preguntas… parecía que no venían al caso en una charla tan simple acerca de los últimos acontecimientos.
“No he aprendido a vivir… –me dijo de repente– no sé cómo vivir… parece que vivir es algo tan sencillo como cuando camina el agua de un río… simplemente sigue el curso ya marcado… simplemente desciende… pero no es así”.
“Un dia aterricé en este planeta –prosiguió–, empecé a caminar, ir a la escuela, jugar y ver tele, graduarme, casarme y tener hijos… jornadas cotidianas entre subidas y bajadas, silencios apresurados, soledades inesperadas y compañeros del caminar que duraban, se alejaban o desaparecían”.
“¿Eso es vivir? –me preguntó súbitamente–. ¿De cuantas maneras se puede vivir?... ¿Hay que aprender a vivir? ¿En dónde se aprende?… ¿Quiénes enseñan a vivir?… ¿Cuándo es la graduación y donde se entrega el diploma?”.
Fue una conversación muy breve. La catarata de las últimas preguntas me puso a pensar. Intenté buscar respuestas para “¿eso es vivir?”. Un cuestionamiento que dejó un eco interminable en mi cabeza. Las siguientes son mis intentos de aventurar unas respuestas, usted puede aventurar las de su propia experiencia.
Una parte de los seres humanos no despiertan por la mañana, más bien se enciende un programa en su cabeza que los hace saltar de la cama y ejecutar lo programado para ese día, para ese año o para esa porción incalculable de tiempo llamada vida. Ejecutan tareas y obligaciones, y cada noche apagan su programación y se duermen. ¿Eso es vivir? Si excluyen las emociones, las creencias y reflexiones, las diferencias del corazón y sus intereses conscientes… y las mantienen en “modo automático”, es un vivir meramente fisiológico, rutinario, habitual que se da frecuentemente en el género humano.
Otros viven en una burbuja en la que ya todo está determinado. No hay lugar para las incontables diferencias personales, la libertad de opinión, gusto, conducta y atuendos son tan uniformes como en la escuela primaria. Vivir en esa burbuja significa renunciar a ser persona porque lo personal es una amenaza a las “buenas costumbres”. Afortunadamente estas burbujas están en proceso de extinción y han creado no sólo una “epidemia” de anormales, sino un caos, como el de las hormigas cuando se les borra la vereda.
Los que se han salido de la burbuja anuncian formas de vivir nuevas, diferentes, audaces y sujetas a errores y consecuencias trágicas o evolutivas, miserables o enriquecedoras. Van descubriendo qué es vivir en cada experiencia que sufren o gozan, en cada verdad que descubren con sorpresa, en cada amor o desamor, sueño o desilusión, servicio o aislamiento. Su persona va conectando sus experiencias como partes de un rompecabezas, que nunca se revela totalmente, llamado vivir humano. Un proceso consciente y propositivo, una búsqueda y un encuentro responsable de sí mismo, de los demás y del planeta con sus habitantes. Un proceso de vivir en el que siempre hay algo por descubrir.
Estas son algunas aventuradas respuestas que me atrevo a dar a mi interlocutor mexicano. Es nuestro vivir sin máscaras. Es un caos que nos abruma y que ahora nos exige vivir como personas, crear un orden de verdad, desde nuestra conciencia que se está liberando de burbujas anacrónicas y sistemas de pensamiento predeterminado que han sustituido las innumerables dimensiones de la desconocida realidad de nuestro vivir contradictorio. Creencias que asfixian el vivir del espíritu y su capacidad evolutiva.