Un primer paso
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Comenzar con la obligatoriedad del uso de uniforme para los taxistas en Saltillo, es un buen punto para ir confiriendo mayor dignidad y seriedad al servicio público de transporte. Hace poco tiempo, los taxistas de Francia lograron que se permitiera el uso del short como parte del uniforme, por el calor en la época de verano. En agosto de 2017, en Nantes, una ciudad al oeste de Francia, choferes masculinos protestaban entonces para lograr que se permitiera el uso de los pantalones cortos. Hoy ya es posible hacerlo luego de haber insistido en ello ante las autoridades.
En Saltillo no había tal obligatoriedad, la del uso del uniforme. Ahora utilizarán una camisa polo blanca y pantalón oscuro, sin gorra ni sombrero, como lo apuntó nuestro periódico hace un par de días.
El uniforme impone en cualquier sentido. Recuerdo aquí la novela de Stendhal, “Rojo y Negro”, cuando el protagonista, Julien Sorel, luce su uniforme y la señora Luisa Renal parece enamorarse más de él al verlo portar traje militar e insignias.
Por supuesto, no es únicamente el uniforme lo que logrará que el servicio público en este tipo de transporte mejore en cuanto a las condiciones necesarias para la seguridad, para el manejo responsable en las calles de nuestra ciudad, pero sí es un buen comienzo. En otras ciudades sus habitantes presumen del ejemplar servicio de taxis. Una es Zacatecas. Cuando se pregunta por un taxi, es común escuchar a los habitantes que hay un espléndido servicio. Si éste es requerido en los hoteles debe registrarse, en el propio hotel, antes de llevar a los huéspedes de visita por la turística ciudad. Eso hace sentir a los visitantes con la seguridad de que serán conducidos realmente a la ruta que es su destino.
En nuestra ciudad resulta importante el seguimiento a muchos procesos. Éste es uno atractivo, pues confiere de seriedad a quien va a prestar el servicio, lo que no es poca cosa, pues de ahí deriva la confianza que, se sabe, es de alto valor. En Barcelona, en mayo de este año el Consejo del Instituto Metropolitano del Taxi propuso una modificación al reglamento del taxi, en donde endurece la regulación sobre la vestimenta, prohibiendo el uso de bermudas, camisas sin manga y chanclas. Antes, sólo se estipulaba que la vestimenta no estuviera sucia. La prohibición de las chanclas trata de prevenir los accidentes ocasionados por su uso.
Indispensable es trabajar en el aspecto de la confianza, pues nuestra ciudad, tan extendida, requiere de ésta y del resto del transporte público. También lo es en los ámbitos de educación y respeto. Hace unos meses, alguien comentaba del transportista en Saltillo que a todos los que suben a su unidad los saluda con un “Buenos días” o un “Buenas tardes”. Parecieran pequeños detalles, pero no lo son, sobre todo en ciudades como la nuestra que cada vez más, por su constante crecimiento, deriva a sus habitantes hacia el anonimato y por lo tanto a indiferencia entre unos y otros.
Y claro, por supuesto, es indispensable trabajar en los aspectos en los que debemos seguir insistiendo: la reducción de la velocidad. Tanto de taxistas como de los choferes de camiones, para transportar personal y urbanos, muy agresivos al conducir. Sin generalizar, por supuesto, pero siguen siendo muchos de ellos los pretendidos dueños de las avenidas, y quien se topa en su camino puede ser embestido en cualquier momento.
Una buena medida, entonces, la del uso del uniforme. De ahí pueden desprenderse más para lograr mayor eficiencia y mejor control. Y en una misma dirección.
Si en Saltillo se aprueban medidas de mayor control para el servicio público de transporte, podremos avanzar hacia el tema de vialidad ideal. De igual modo en que se regulariza el uso del uniforme sería conveniente, muy conveniente, que en el mismo tenor se observara y se trabajara más en la forma de transitar el centro histórico. Los semáforos, como me dijo un querido amigo de la Ciudad de México, se han vuelto una mera sugerencia. Apenas una recomendación, allá y acá.
Se quiere decir con eso que existe escaso respeto hacia su funcionamiento. Ni los peatones, ni los automovilistas, muchos ni siquiera se toman la molestia en mirarlos, basta pasar por Allende, Aldama, Victoria. No hablo de la mayoría, por supuesto, pero son los suficientes para ocasionar los trágicos accidentes que luego lamentamos dolorosamente.