Un solo México
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A mí me queda claro que en toda sociedad existen diferencias, unas más plausibles que otras, pero diferencias al fin, y que refiriéndonos a las de naturaleza política se acentúan en un régimen democrático, no obstante, hay mínimos que deben respetarse, porque sin ellos ni se alcanzan consensos y menos acuerdos, y esto obra en detrimento de la buena marcha del país. El 16 de junio de 1858 el presidente norteamericano Abraham Lincoln pronunció en Springfield, Illinois, un discurso que ha pasado a la posteridad con el título de La Casa Dividida. Los Estados Unidos transitaban en aquel entonces por una crisis muy dura, la lucha entre el norte y el sur por la prohibición de la esclavitud, los primeros en contra y los segundos a favor, respectivamente. El encono era mayúsculo, el país se debatía en una lucha fratricida que provocaba derramamiento de sangre, muerte y mucho dolor. Me voy a permitir transcribir las líneas en las que pone el dedo en la llaga: “Una casa dividida contra sí misma, no se mantiene en pie. Creo que este gobierno no puede perdurar medio esclavo y medio libre. No espero que la Unión (EUA) se disuelva -no espero que la casa se caiga-, si no que espero que deje de estar dividida”. ¿Cuándo ha sido fuerte una nación fracturada? México ha vivido momentos muy difíciles a lo largo de su historia, marcados por el deleznable divisionismo entre hermanos de la misma patria, verbi gratia, la guerra entre conservadores y liberales en el siglo diecinueve y luego la librada entre porfiristas y maderistas en las primicias del veinte.
¿Qué necesidad tenemos de polarizar en estos tiempos las filias y las fobias? ¿Cuál es la ganancia para el País? ¿Quiénes se benefician con esta polarización acicateada desde la primera magistratura, un día sí y otro también? ¿Por qué ese afán del presidente López Obrador de ahondar en las diferencias si él ganó la elección del 1 de julio del año pasado? ¿Por qué ese empeño de alimentar lo que él criticó al régimen -del que él proviene y al que sirvió durante muchos años- tricolor, hoy que es presidente de México, por cuanto a la cerrazón del mismo y “el no pasa nada, si nosotros no queremos”? ¿A dónde vamos con esto? ¿A generar un México irreconciliable? Eso sería perverso.
¿Por qué se obstina en sembrar un México con él y otro contra él? La tolerancia y el respeto son ingredientes sine qua non en una democracia. El odio no sirve más que para envenenar y erosionar cuanto toca. Él mejor que nadie debiera de entender que en política no es sano el todo para mí y el nada para los demás. Es una especie de Atila, porque según sus cánones nada de lo que se hizo sirve y todo lo que se haga a partir de su mandato, es la panacea. Y eso no es así ¿Por qué persiste en hacer parecer dos universos insalvables con contradicciones irresolubles, al México que hoy gobierna? Él, como Jefe de Estado debe de ser el primer promotor de la conjugación en plural, pero está haciendo todo lo contrario. Un jefe de Estado impulsa la inclusión entre sus gobernados, no exalta los ánimos para que esta se dificulte. ¿Qué parte no entiende o no quiere entender el presidente?
Habemos muchos mexicanos, en vía de ejemplo, que no estamos a favor de un estado asistencialista porque hemos visto y estamos viendo los estragos que provoca: engendra atenidos, dependientes eternos de la dádiva, condenados a la marginación hasta la consumación de los siglos, y lo que este país necesita para que el despegue a la prosperidad generalizada se dé, son hombres y mujeres LIBRES, que estén dispuestos a reclamar sus derechos y a EJERCERLOS. Esto es de elemental JUSTICIA. El Presidente tiene que asimilar que pensar distinto no nos convierte en enemigos, y que un gobernante inteligente no menosprecia las diferencias, sino que procura el ejercicio ciudadano en términos de respeto y equidad, bajo el entendido de que TODOS SOMOS CIUDADANOS. Que las divergencias se pueden resolver en el marco de las instituciones y que jamás deben ser motivo de parálisis para la buena marcha de la nación a la que TODOS PERTENECEMOS.
No quiero pensar que su deseo es llevar la polarización hasta desenlaces imprevisibles. Insisto, el respeto es un principio sustantivo que reconoce la dignidad y el derecho del de enfrente, se construye con tolerancia y es padre de la reciprocidad y la solidaridad.