Devastación política
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Félix Fuentes
El desdén priísta a la convocatoria del presidente Calderón para un diálogo "franco, respetuoso y constructivo" y dar una "respuesta unitaria y eficaz" a la delincuencia, profundiza las diferencias del PRI con el gobierno federal y queda pulverizada la unidad nacional.
En cuanto fue enterado de la ejecución del candidato tricolor Rodolfo Torre al Gobierno de Tamaulipas, el primer mandatario hizo un prolongado uso de los micrófonos -verdadero asalto en tres tiempos- y cerró la jornada el secretario Fernando Gómez Mont. Es "política de lucro con la tragedia que nos agravia", afirmó la dirigente del PRI, Beatriz Paredes.
"Mas que declaraciones, reclamamos una investigación ágil y certera que encuentre a los culpables", demandó Paredes. El pueblo de México y el PRI exigen resultados en estos momentos, manifestó, indignada.
Durante el acto luctuoso de Tamaulipas, la ex gobernadora tlaxcalteca arremetió así: "Siempre hemos estado dispuestos a dialogar, pero con liderazgos legítimos (¡.!) y no fruto del oportunismo que bregan en la borrasca de aguas tormentosas para ver si recomponen sus posicionamientos, cuando ha sido, precisamente, la irresponsabilidad y el cortoplacismo, el querer ganar a cualquier costo, lo que ha enturbiado el debate y envilecido la política".
Manlio Fabio Beltrones manifestó que es tardía la convocatoria calderonista, vistos los avances de la delincuencia en México. Y el gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto dijo que el llamado al diálogo presidencial es "oportunista y cortoplacista".
HA CORRIDO MUCHA SANGRE, ciertamente. La de 25 mil hombres y mujeres desde cuando el primer mandatario declaró su "guerra" al narcotráfico por decisión propia, sin consultar a ninguna fuerza política.
De nada serviría otro foro mediático como el del Consejo Nacional de Seguridad (21 de agosto de 2008), en el cual dijo el empresario Alejandro Martí a los calderonistas que si no podían combatir el delito y restablecer la seguridad, renunciaran. No renunciaron y los cárteles cobran fuerza extraordinaria.
Sólo el jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, y el dirigente perredista, Jesús Ortega, aceptaron el diálogo con Calderón. López Obrador la llamó maniobra política para salir de la lamentable pérdida del candidato priísta. La confrontación entre partidos se agravó cuando el dirigente panista, César Nava, pactó las alianzas con el PRD por órdenes de Calderón y, raudo, se dedicó a agredir al priísmo con el propósito de ganar dos o tres gubernarturas de las 12 a disputarse el próximo domingo.
Hay coincidencia general: Es guerra sucia, similar a la emprendida contra López Obrador en el 2006 y quedan abiertos frentes irreconciliables, heridas que tal vez nunca sanen.