2022: Bolas y strikes
Es el arranque del nuevo año, aunque pareciera que el 2020 va por su tercera vuelta. Habrá quien ya arrancó y abandonó su suscripción del gimnasio o quienes, como yo, estamos (casi, prácticamente, ya mero) decididos a hacer una dieta “a partir del lunes”. Nos acompaña la temida y habitual cuesta de enero, especialmente en estos tiempos de inflación rampante y de crisis económica calibre 4T. Nos invade la incertidumbre sobre la pandemia, si la economía seguirá sufriendo, si las escuelas abrirán, si los gobernantes estarán a la altura de las circunstancias, si habrá algún político o grupo que salga de entre las telarañas del quehacer político rancio e ineficaz habitual que nos dé la sorpresa y detone un nuevo estilo de liderazgo. Pareciera que las probabilidades están en nuestra contra. Tal vez no nos damos cuenta, pero llevamos ya más de tres décadas en el tobogán y los últimos tres años en un tramo donde la caída se siente más veloz que antes y los gritos de pánico con más volumen. No parece haber un liderazgo fresco y capaz que reduzca la pendiente del tobogán y permita bajarnos de dicho tobogán para buscar otro tipo de “atracciones en el parque”. Al contrario, los que nos pusieron en el tobogán no son capaces de reconocerlo y quienes “tienen el control” momentáneo del tapete parecen realizados de estar administrando el desastre.
Si pudiéramos soñar con determinar los propósitos de año nuevo de nuestra clase política, ¿qué pediríamos? En mi opinión, se podría pedir algo que parece sencillo, pero que por algún motivo parece ir en contra de todo lo que es la política en estas épocas: moderación. ¿Cómo se verían nuestros políticos, aquellos con los que comulgamos y aquellos que no soportamos, si moderaran poco a poco y gradualmente sus posturas más radicales? ¿Habrá vida lejos de los polos? Si juzgamos por su comportamiento reciente, pareciera que hay algo en el centro del espectro político que provoca alergia, si no es que muerte fulminante, a los políticos que quieren trascender y eso ha llevado a una polarización constante que se esconde detrás de ideologías huecas. ¿Acaso el centro y la moderación son radioactivos? ¿Es la moderación y la decencia la kriptonita del político moderno? Me rehúso a aceptarlo y a través de estas líneas pido a cualquier político o funcionario que lee este espacio a que piense en cómo podríamos cambiar una ciudad, estado y el país entero si fuéramos capaces de mover el debate de ideas y las propuestas de acción poco a poco hacia el centro. Lo mismo aplica para los ciudadanos de a pie, como usted o como yo; ¿seremos capaces de reducir la radicalización de las ideas y el debate para dar paso a una forma distinta de hacer política y país? ¿Tendremos la capacidad de darnos cuenta de que no todo lo que se hizo en el pasado estuvo mal, ni todo lo que se hace en el presente está bien (...y viceversa)?
Es este un llamado urgente a los ciudadanos para buscar líderes capaces de ubicarse en el centro. Nos urgen líderes moderados. La fuerza gravitacional que parecen estar ejerciendo los polos sobre nuestros cerebros (y estómagos) terminará por causar una implosión. No podemos seguir tratando de transformar a México con base en “ideas” que provienen de grupos en polos opuestos que no son capaces de salir de sus trincheras para estrechar la mano cuando están de acuerdo y debatir ideas y propuestas cuando no. El ser humano y las sociedades no pueden sobrevivir y desarrollarse con base en ideas binarias; del todo mal o todo bien. Es indispensable ser capaces de reconocer los errores propios y los aciertos ajenos. México es, todavía, un país democrático que no se transformará a base de granadas lanzadas con la mano izquierda o la mano derecha, de grupos plagados y dominados por los sordos y los inútiles (los de hoy y los de antes; los que tuvieron el poder y los que lo tienen hoy) que son inmunes a los gritos y a las ideas; armados de una “ideología” hueca, en lo que a patriotismo se refiere, pero llenos de “ideología” del resentimiento. Por el lado del gobierno, las ideas más sólidas se siembran a una profundidad de dos milímetros bajo el suelo, sin agua ni fertilizante, mientras con sus hachas deforestan cualquier asomo de avance sembrado en el pasado. Del lado de la oposición, la “propuesta” con la que están armados para regresar al poder (que perdieron cuando no quisieron o no supieron) es gritar en un bosque donde casi nadie los oye que los otros (los de hoy) son peores que ellos. No les da el cerebro ni la creatividad para más. Quienes tienen un micrófono o pluma influyente no pueden claudicar y moverse a los polos, deben insistir en el debate de ideas. Lo mismo los ciudadanos. Hagamos nuestro propósito el ser capaces de cantar bolas y strikes de aquí en adelante.
@josedenigris
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