Casorio, mitote y mortaja
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¡La vida nunca espera!, menos aún en los pueblos donde la vida tiene sabores y olores que acompañan el paso del hombre. En las comunidades de existencia lenta, pero sustentable, todo ocurre en el tiempo preciso. Mientras se transita hacia la muerte, la gente nace, se casa y hace fiestas por las cosas memorables.Cuando llega la muerte se acompaña a los difuntos con un rico café de olla. ¡Sí, la vida nunca espera, pero se bebe y come siempre!
Doña Ninfa âmatriarca rolliza de setenta añosâ observó a su nieta de pies a cabeza, largamente. Vaya que María Teresa era bonita. Ojos grandes, cuerpo de gacela y labios esperando ser besados. Tere apenas tenía 16 años, pero la semana próxima ya estaría casada con José Antonio. Ella nacida en Higueras, tierra del orégano, él en Marín. Ambos municipios están ubicados en la región sefardita de Nuevo León, por lo que existen costumbres y tradiciones como la quema de la candelilla, el gusto por el cabrito asado y las tortillas de harina que transportan al presente los ecos de la judería traída al nuevo continente por migrantes expulsados por los Reyes Católicos desde fines del siglo XV.
Aminta Montemayor de González, futura suegra de la muchacha, le llevó una canasta llena de hojarascas recién horneadas, salpicadas con bolitas de leche de las de Don Tito Bolas (los mejores dulces de leche de Marín y que ahora produce su hija Élida), que depositó en la banqueta afuera de la puerta de la casa de los padres de Tere. Doña Ninfa se cercioró de que las hojarascas estuvieran bien espolvoreadas de azúcar, y fue la primera en probarlas aprovechando su condición de abuela materna.
Al día siguiente de depositar la canasta, Aminta la visitó para entregarle las donas enviadas por su hijo, que consistían en un sencillo vestido blanco con cauda de dos metros; ropa de cama, incluyendo una colcha de lana cardada para el invierno; un juego de porcelana china y unos paños de seda bordados con hilo de oro con los nombres de los novios. El tocado de azahares que lucirá Tere es el mismo que han usado las Martínez desde hace tres generaciones.
También, dentro de una cajita de madera, Aminta le entregó a la novia de su hijo un atado de billetes para montar en el patio de la casa con carrizo y adornos de papel unas arcadas con techo para la mesa de los novios, y para hacer las invitaciones que guardarán celosamente algunas personas por nueve meses para llevar las cuentas y constatar si nace un bebé, o no, en el tiempo correcto. Los tiempos en los pueblos, son otros tiempos
Los Martínez, familia del novio, se pusieron de acuerdo con los González, familia de la novia, para el tema de las comidas que se servirán en el casorio.
La boda será el Sábado de Gloria después de que pasaron âsin novedadesâ las tres amonestaciones. El Padrecito Jacinto no los casaría si hubiera algún pendiente del novio con muchachas de afuera del pueblo, pues José Antonio tiene fama de enamorado. Después de la necesaria dispensa por parte de la Iglesia Católica porque los novios son primos segundos, se preparó el Templo de Nuestra Señora de Guadalupe para la ceremonia religiosa.
Así que las dos familias que fortalecerán aún más sus vínculos consanguíneos âcostumbre sefarditaâ se pusieron de acuerdo con el tema de los guisados para el gran día de la boda.
Luego de la misa en la que la mamá de Tere no dejó de llorar porque era la menor de sus hijas y porque era la niña de los ojos de su finado esposo, ya estaban esperando dos escuadrones de personas (uno por familia) en dos cocinas campiranas. La competencia no se hizo esperar ¿Qué familia guisaría mejor por dos días con su noche intermedia?
El texto anterior es parte de la conferencia Casorio, mitote y mortaja que ofreceré el próximo martes en Monterrey dentro del Foro Paralelo, con la que acompañaré a mi amiga Lulú Pedraza, reconocida chef regiomontana que compartirá las recetas originales de los platillos que se cocinan en las bodas norestenses, así como de la panadería típica de los municipios nogaleros y de las viandas que se ofrecen en los sepelios de los municipios del altiplano nuevoleonés. La conservación de la cultura culinaria, también es sustentabilidad.