A ese niño feliz que fui
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¿Cuándo me quitaron la etiqueta de ser niño? ¿En qué momento angustiante me di cuenta de que las cosas no podían ser como antes, vestir de short y jugar con mi carrito de lámina, mis canicas, mi trompo, mi pelota de esponja o mi Jeep Tonka?
Y no fue en este siglo, sino en el anterior, cuando al entrar a secundaria, con apenas 12 años, descubrí que iniciaba una etapa diferente en la que no me aguantaba ni solo, como me decían (pero hoy también y no pasa nada).
En la antigua Roma, lo aprendí en Derecho Romano, los niños eran despojados de su túnica púrpura al llegar a la adolescencia y se cambiaba por la blanca o viril, lo anterior ante la posibilidad de ejercer las capacidades del matrimonio y otras responsabilidades. En España, hasta los años setenta, los niños usaban pantalones cortos y luego eran vestidos de pantalón largo llegando a la educación media, lo que constituía el símbolo de abandono de una etapa para entrar a otra más confundida.
Mi infancia en Saltillo aconteció en el barrio de Castelar; para ir al jardín de niños Avilés no había que atravesar ninguna calle, sino solamente dar vuelta a las esquinas para llegar a Juárez.
“Soy el niño, la dulce promesa”, canción de todos los lunes con la que nos alentaba la tía Cata Rodríguez y su acordeón en la clase de música, y después a la travesura. Y a los ojos de mi maestra Dianita Galindo, quien pacientemente me enseñaba a irme derechito en los trazos del cartelón.
Otro gozo paralelo era el de acompañar a mi tía Cecy al jardín Alberto del Canto, en el barrio del Ojo de Agua, donde era directora, allá era “el hijo de la señorita Cecy”, haya cosa. Recorría el viejo patio de loseta de barro hasta el patio trasero en donde estaban los patos a los que hacía enojar con un palo, luego venía la venganza y la corretiza de la que me salvaba bajando por entre las márgenes del arroyo hasta la casa de la familia Hernández, en donde doña Olivia me consolaba con unas tortillas de harina recién hechas.
Llegaron los tiempos de la primaria y aumentaron las travesuras y los gozos, ya instalado en el Colegio México disfruté de sus enormes patios, del aprender a escribir y leer, de escuchar a Dios cada lunes por la mañana, de la paciencia
del padre consejero y también de mis maestras. Del bailable de la botella y mi traje de charro, de las kermeses y de los torneos de futbolito. De la plática con papá quien me trasladaba cuatro veces al día y me enseñaba de beisbol, música y de cosas de la vida que después comprendí.
En el 4to año, el cambio a la Anexa a la Normal y el nuevo panorama de compartir con niñas un salón de clase y conocer los otros gozos de la escuela: el saludo de los lunes, el participar en la banda de guerra, los lonches de mortadela con frijol de doña Mary, el tochito, el beisbol, el taller de carpintería y un gran tesoro en los amigos entrañables que conservo y que ahí conocí.
Ser como niños, dice el verdadero libro, así de claros, transparentes, con buena fe, con subidas y bajadas, con risas y llantos, con sueños, alegrías, fragilidades, buenos pensamientos, en fin, niños en plenitud.
Serrat refiere en cambio a otro niño, uno salvaje y abandonado, uno de la calle que vemos a diario con nostalgia, pero sin solidaridad: “Hijo del cerro / Presagio de mala muerte / Niño silvestre / Que acechando la acera viene y va. / Niño de nadie / Que buscándose la vida / Desluce la avenida / Y le da mala fama a la ciudad. / Recién nacido / Con la inocencia amputada / Que en la manada / Redime su pecado de existir / Niño sin niño / Indefenso y asustado / Que aprende a fuerza de palos / Como las bestias a sobrevivir. / Niño silvestre / Lustrabotas y ratero / Se vende a piezas o entero / Como onza de chocolate”.
De acuerdo con la UNICEF, ser niño inicia desde el nacimiento y termina hasta la mayoría de edad, por ende, ¿cuándo me van a regresar esos años que reclamo al inicio. ¿Ante qué instancia? ¿O ya me cargó el payaso y expiró la garantía?
Feliz Día del Niño a ese interno que de seguro aún vive en todos y especialmente a los que lo son plenamente. Respeto al niño, libertad al niño, seguridad y amor al niño. Sea feliz, es gratuito y aparte designio de Dios.